domingo, 16 de diciembre de 2012

Comunicando



Nunca pensé que una simple llamada de teléfono pudiera causar  tanto daño a nadie. Observé cómo aquel instrumento, creado con la función básica de enlazar a las personas y comunicarlas, extendía ante ellas un desierto infinito. Aquella joven se desprendió de él pálida, como si le hubieran asestado una bofetada auditiva y una fuerza centrífuga la alejara del mismo. Volvió sobre él y lo estrelló con rabia contra el suelo, lo pisoteó una y otra vez, mientras le increpaba entre llantos: ¡te vas a enterar, maldito traidor! 
Tras ese desahogo momentáneo, se derrumbó y un silencio de tristeza se apoderó de toda su persona.

6 comentarios:

  1. Me gusta, Malén, esa bofetada figurada. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Mucho desconcierto, rabia y tristeza, por ese orden. Y lo mejor de todo es que al leer tu texto, se siente desconcierto, rabia y tristeza. ¡Está genial, Malén!
    Un abrazo y un beso.

    ResponderEliminar
  3. Posiblemente le dieron una noticia que le abofeteó el corazón y la razón... El teléfono es un invento estupendo, nos da inmediatez en el contacto con otra persona.

    ResponderEliminar
  4. Me ha pasado com a Geli, también he sentido rabia al leer tu relato. Muy bien conseguido

    ResponderEliminar
  5. A veces el teléfono es el mejor instrumento de los cobardes y en esos momentos no merecen seguir funcionando.

    ResponderEliminar
  6. Jo, Malén, pobre teléfono, él no era el culpable. Me ha gustado porque tod@s alguna vez hemos sentido esa bofetada y hemos actuado con ira hacía el aparato inocente y solo transmisor de una mala noticia.

    ResponderEliminar