Mi nuevo alojamiento es el más asequible que he tenido nunca.
No pago gastos de comunidad, ni recibos de luz, gas, o agua. Tengo unas vistas
preciosas y variadas. Los vecinos son amistosos y solidarios y siempre están
dispuestos a echarme un cable si tengo alguna necesidad, aunque procuramos
molestarnos lo menos posible y, en cambio, nos brindamos compañía. Yo me
despierto antes de que la aurora empiece a clarear, me doy una ducha bastante
completa y me pongo uno de los trajes que tengo y que conservo en buen estado,
soy de los pocos de por aquí que todavía tiene trabajo y procuro ir muy aseado
y ser muy puntual. A la hora del almuerzo voy a un bar cercano a la oficina
donde sirven un menú por cuatro euros sin postre y con agua del grifo pero lo
hacen francamente bien. Desde que el banco me deshaució, estoy intentando
ahorrar para comprarme otro piso, ahora que han bajado tanto, pero creo que
tendré que estar varios años ocupando mi lugar aquí, bajo el puente, en el
cauce del río Turia. Cuando lo consiga, echaré de menos esta vida de libertad.
París está lleno de personas como tu protagonista que viven en la calle, me dejan sin habla.
ResponderEliminarYo no he visto los del cauce del Turia pero me imagino que también son muchos. Debe haber todo un mundo ahí abajo cada noche.
EliminarUna historia muy acorde con estos tiempos. Muy bien contada Lu
ResponderEliminarGracias, Fina.
EliminarExcelente Lucrecia, Una pintura de triste realidad de nuestro tiempos.
ResponderEliminarUn abrazo.