
En cuanto salió el libro de Millás a la venta me fui rauda a la librería para adquirir un ejemplar. Estaba ansiosa por conocer lo que él sabía porque yo también tengo algo que aportar. Todo empezó en mi quinto cumpleaños, cuando mi abuela María se presentó con una enorme casa de muñecas como regalo. Era una preciosidad, nunca había visto nada igual. Toda la parte delantera era una puerta que, al abrirse, dejaba al descubierto su interior, formado por cuatro pisos y diferentes cubículos donde se ubicaban dos salones, una biblioteca, los dormitorios, tres cuartos de baño y una preciosa cocina. Tenía de todo. Cuando se cerraba era una fachada con sus ventanas y balcones velados por cortinas y la puerta de entrada en la parte de abajo. Los pisos estaban comunicados por una escalera. Había alfombras, lámparas, ropa de cama, toallas, todo lo que se puede encontrar en una mansión grande y lujosa. Quedé encantada con el regalo, claro. Pero lo bueno vino después. Un día en que mi madre estaba muy atareada en la cocina oí unos golpecillos en la puerta de nuestro piso, abrí, allí no había nadie. Estaba a punto de cerrar cuando una vocecilla proveniente de un diminuto ser de la altura de mi zapato, me llamó por mi nombre y se presentó muy cordial. Bajé la vista y vi a una familia completa: el padre, la madre y dos niñas de mi edad, iban todos cargados de maletas y me pidieron permiso para ir a mi cuarto, allí me rogaron que les abriera la casita pues iban a instalarse en ella. Así fue como entraron en mi vida y se han quedado conmigo para siempre. Observarlos y tratarlos ha sido y es una de mis mayores fuentes de felicidad. El mes pasado enterramos al padre que ya había cumplido los ochenta y se quedó apaciblemente dormido en la biblioteca con el libro de los hombrecillos en las manos. Creo que su corazón no pudo soportar que la gente empezara a saber de ellos.
Qué chulo!!!
ResponderEliminarYo también quiero una casa de muñecas como la tuya y que dejen de darme la lata por toda la casa!! Muy chulo!!
ResponderEliminarPues cómprate una, nosotros somos independientes y nos llevamos la mar de bien.
EliminarQue bonito. Siempre hubo seres diminutos en la mente de nuestra niñez, y deseábamos tener contacto con ellos
ResponderEliminarMe ha encantado, Lu. Muy emotivo, me encanta la recreación de estos seres que nos llevan d ela mano a nuestra niñez.
ResponderEliminarPrecioso relato. Una pequeña gran familia
ResponderEliminarYa me dirás Lu que llevan los buñuelos que tomáis en fallas porque estáis alucinando bastante. Muy buen relato.
ResponderEliminarCalabaza de la huerta y harina de peyote, jajaja.
EliminarMuy chulo, esas preciosas casitas son un lujo que nunca tuve a mi alcance..., si además están habitadas, ni te cuento.
ResponderEliminarLa fantasía de la infancia puede quedarse para siempre a nuestro lado, es lo que nos permite sobrellevar los grandes problemas de los adultos. Bonito relato.
ResponderEliminarMenos mal Lucrecia que has escrito este relato, ya pensaba que yo estaba medio loca cuando mis barriguitas se montaban la fiesta padre en la noria y luego se bañaban en la piscina amarilla. Tu relato me encanta.
ResponderEliminarGenial prima. A mí me encantó la novela de Millás y tu relato más.
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