miércoles, 16 de marzo de 2016

Fragilidad

Dicen que el tiempo todo lo cura y puede que sea cierto en algunos casos. Yo me desplomé en la madurez de golpe y sin paracaídas. No fue el amor ni el desamor ni la maternidad lo que me hizo consciente de haber dejado atrás las alegrías y las penas de la juventud. Fue el descubrimiento de la muerte. La muerte era para mí algo lejano, algo que les sucede a otros, a los enfermos o a los ancianos. Pero yo, joven y fuerte, era inmortal y podía con todo. Luchaba con pasión por salir adelante en unas circunstancias complicadas. Pero aquel día de primeros de febrero, una escueta frase, que a mi interlocutor seguramente ni se le ocurrió pararse a pensar, dio al traste con mi equilibrio emocional y me condenó a la hipocondría de por vida.

Había estado ingresada en La Fe un par de semanas por una operación sin importancia. Ya recuperada caminaba por el recinto del hospital con los informes médicos que acababan de entregarme. Me sentía sana de nuevo y dispuesta a seguir con mi existencia. El azar hizo que Jorge Agüero se cruzara en mi camino aquella mañana de primeros de febrero. Jorge era un amigo médico de los tiempos de la comuna, de cuando éramos estudiantes y queríamos cambiar el mundo. Hacía años que no lo veía. Me saludo afectuosamente y me preguntó el motivo de mi deambular por el hospital en el que él trabajaba. Entonces cometí el craso error de contarle el resultado de los análisis que  no acababa de entender.

—¿Quistes en el hígado del tamaño de un grano de mijo? ¡Pero qué dices! ¿Cómo vas a tener tú eso? Eso es lo que tenía Tierno Galván.

La muerte del “viejo” y querido profesor había tenido lugar mientras yo estaba convaleciente de la operación y aquellas palabras se me quedaron clavadas en el cerebro, en el corazón y, sobretodo, en el hígado. Me costó mucho librarme de ellas. Caí en una depresión seca y silenciosa y estuve mucho tiempo pensando que estaba cerca de la muerte. 

Han pasado muchos años. Sigo viva. Vencí la depresión. Pero esa sensación de fragilidad, de andar siempre en la cuerda floja, de que el horror puede acecharnos, en cualquier momento, a la vuelta de la esquina, ha sido ya siempre una compañera inseparable de mi vida. También he sido feliz a pesar de todo y volvería a vivir mil vidas si ello me fuera dado. 

jueves, 11 de febrero de 2016

El beso de la castidad





Esta obra pertenece a Gustav Klimt. Quizás sea su obra más conocida. Un óleo sobre lienzo enriquecido con mosaicos, que destila simbolismo allá por donde la miremos. Seguro que más de una vez te has encontrado con esta imagen y has querido saber que esconde detrás de ella.

I
Mi primera impresión es la pasión despertada por una pareja, unidos por un abrazo infinito. Pero va más allá. Sus protagonistas son Apolo, dios griego de las artes y la música y Dafne, una ninfa de los árboles.
Esto hace que miremos la imagen de un modo más curioso, más profundo. Hay toda una historia de amor y lucha encerrada en un solo instante, ese beso. Lo cual nos invita a querer saber de ello.

II
Si nos fijamos, ella ladea la cabeza, parece que quiere huir de esa muestra de afecto, eso puede indicar la virtud de querer conservar su virginidad. Por otra parte, le vemos a él deseando acapararla entera, lo que muestra un deseo sexual latente de poseerla.
La fuerza de color de la capa, adornada con figuras geométricas cuadradas, de Apolo, puede indicarnos su vigor y corpulencia frente a unos coloridos redondeados de Dafne que nos sugieren formas femeninas y delicadeza.
También podemos apreciar cómo ella se va desvaneciendo, tratando de escapar de ese deseo y entrando en una metamorfosis con la naturaleza.

III
En definitiva, diré que esta obra de llamativos colores y figuras inquietantes es todo un símbolo de belleza y mitología. Es la lucha por la virtud frente a la lujuria.

Cómo ella sacrifica su vida por conservar su pureza, transformándose de manera lenta y sumisa en un árbol de laurel. Apolo solo puede resignarse a esa pérdida quedándose solo con su esencia, manifestada en la corona que luce en su cabeza, una guirnalda de lauro.

Mª Belén Mateos Galán (Zaragoza)

domingo, 31 de enero de 2016

Sin trato



Llamó a su puerta y la encontró más guapa que el año anterior. Le sentaba bien el reflejo de la luna aquella noche otoñal. Tenía preparada la misma declaración de amor. Pero ella le puso un montón de caramelos en las manos y lo mandó de nuevo a la calle.