sábado, 24 de noviembre de 2012

19. (Concurso Otoñal) PERRA NEGRA

Hoy he llevado a mi perra al veterinario para que la sacrificara, tenía quince años y el cuerpo cansado. Me ha regalado su último aliento con gratitud, me he quedado hasta el final, quería estar segura de que no se hiciera un mal uso de su cuerpo. He llorado amargamente, igual que llora la niebla día tras día de este húmedo otoño en el que Negra ha muerto.
No quería volver a casa, sabía que estaba completamente vacía, al igual que mi corazón… He paseado largo tiempo pisando hojas muertas a los pies de sus amos,  árboles que con generosidad acatan las órdenes de la naturaleza.
El equilibrio se ha hecho realidad una vez más. He recogido mis últimas lágrimas y las he guardado cuidadosamente en el bolsillo, envueltas en un suave pañuelo de tela blanca.
Luego, he llamado a mi gente, he compartido una comida alegre y distendida, me he abrigado con sus besos, me he nutrido de mi suerte.


Anónimo

18. (Concurso Otoñal) EN BUSCA DE UNA PROMESA

 Julián atravesó de puntillas el corredor, nadie advertiría su ausencia hasta la noche, salió del internado con la esperanza de no ser visto por sus mentores. Caminaba entre viejas calles, salteaba charcos hasta llegar a un amago de bosque en tierra de nadie, donde a lo lejos se distinguía unas viejas mansiones. Algunas ocupadas por miembros olvidados de estirpes arruinadas. Otras invadidas por la maleza y el abandono. Julián se adentraba por uno de los caserones abandonados hasta llegar a la fuente de los ángeles; el pelaje blanco y aterciopelado de un gato se recortaba inmóvil frente a la verja y al verlo, se dirigió hacia él ronroneando, Julián le ofreció un poco de leche que llevaba en un pequeño botellín, se la echó en un plato que escondía entre la maleza y se sentó en un banco a esperar que se hiciera realidad una promesa, el felino acabó su banquete y de un salto se echó en el regazo de Julián, que comenzó acariciar con la mirada perdida en el pasado, cuando aquel lugar disfrutaba de un esplendor que el tiempo arrancó. Hurgó en el bolsillo de la chaqueta y sacó una vieja foto. El día que su madre se la dio, le aseguró que volvería a buscarlo en otoño cuando pasaran dos años y de esto hacia ya cinco años.
Empezaba anochecer y decidió volver sobre sus pasos al internado, arrastraba sus pies con gran melancolía. Regresaría a ese lugar, durante ese otoño y el siguiente, y el próximo, hasta ver cumplida la promesa de su madre.

Internado

17. (Concurso Otoñal) UN AUTÉNTICO RETO

No podía dejar que una lágrima rebelde delatara su estado de ánimo. Porfió contra sí misma y consiguió cambiarla por una sonrisa. Ahora estaba preparada para enfrentarse a su público. Ese público difícil que le daba de comer. Ella era perfeccionista y era ¡tan arduo en su trabajo alcanzar la perfección…! Ya no le quedaba mucho tiempo. Los años se habían pasado volando y, en el otoño de su vida, necesitaba mucha fuerza y energía para seguir enamorando a tanta gente año tras año, para llevarlos de la mano un trecho del camino y servir, en algún momento: de modelo, de inspiración, de apoyo, de guía… ¿A cuántos habrían ayudado sus palabras? ¿Cuántos habrían apreciado sus esfuerzos para llegar a ser lo que era? Una maestra de pueblo que nunca había perdido sus ganas de aprender.

 Vocación Renovada


viernes, 23 de noviembre de 2012

PRINCESA POR UNOS DÍAS

Adela ayudaba a la familia Gómez a colocar las maletas en el coche, se encontraba nerviosa por ser la primera vez que se quedaría sola en la gran casa y afirmaba con la cabeza a todo lo que la señora le ordenaba, diciéndole que no se preocupase por nada. Veía con agrado cómo se alejaba el coche y aspiraba el aire con fuerza, para soltarlo poco a poco al tiempo que relajaba todo su cuerpo.

¡Por fin sola!. Bailaba por el corredor de la entrada al son de una música imaginaria. Subía las escaleras dirigiéndose a la habitación principal, -era más grande que toda su casa- y abría el armario que rodeaba la estancia. Tranquilamente escogía un vestido, -siempre quiso hacer esto- se enfundaba en él saboreando cada momento y ante el espejo veía a la princesa que no era. Bajaba a la sala y escogía el disco que tantas veces había oído, transportándola a su país, mientras sus manos seguían sacando brillo a la plata y sus ojos escondían unas lágrimas deseosas por salir, ¡cuánto añoraba a su gente! Cogía la cámara y la colocaba en el sitio adecuado, se tumbaba en la alfombra, y en su rostro aparecía una felicidad ficticia. Para su familia sería la princesa que sólo ella sabía que no era.