sábado, 11 de agosto de 2012

La cajita de regalices




                         Tengo una hermana que habita en mi corazón. Hace mucho tiempo que vive en él. La quiero, la quiero mucho. Intento escuchar sus palabras, pero no me fío, prefiero observar el lenguaje de su cuerpo, sus ojos, el rictus de su boca, el escaso ruido que hacen los regalices al moverse, los saca de una pequeña caja metálica y se los mete en la boca después de un cigarrillo… Me dicen tantas cosas sus movimientos que puedo mimetizarme con su miedo, su alegría, su angustia, y yo, a veces, no digo lo que pienso porque temo herirla y ella, sufre a escondidas una herida de muerte, una herida de amor, de vida y traición… 
                             Añora los deseos que sabe que no llegarán, los implora una y otra vez: a unas velas, a una estrella fugaz, a una madre perdida en el camino, a un amigo que se fue, a una niña que pudo ser… Son ilusiones sembradas en el corazón y que su pensamiento tiene prohibidas.
                              Este verano cruel, duro e implacable, no le consiente derramar una lágrima,  el calor es asfixiante y esconderse en la cama ya no consuela el dolor del alma. Hay que levantarse, viajar, sonreír y derrochar felicidad en un pozo seco como el paisaje que día tras día se perfila en sus ojos.
                       No tengo ungüento, pócima, el milagro que espera en su desesperanza, quizá, debería esforzarme y recorrer su mundo entero para conseguirlo; asomarme más veces a mi corazón y buscar a mi hermana, abrazarla y sacudirle el ánimo con ternura, acercarla a mis entrañas, aliviar su angustia mostrándole la mía. Tengo una hermana que habita en mi corazón. Hace mucho tiempo que vive en él.

jueves, 9 de agosto de 2012

32. (concurso) HOY VUELVE A MI


Hoy vuelve a mí ese verano no añorado. Creí haberlo olvidado en el olvido del recuerdo pero no fue así. En cuanto descubrió un resquicio en los muros de piedra de mi corazón, surgió como una bestia inmunda y se alimentó del dolor y la muerte que recorría mi sangre podrida.

Hoy vuelve a mí ese verano cruel, lastimero, donde los buitres carroñeros se comieron los restos de tus vísceras arrojadas a escondidas en la noche oscura de un sábado de agosto.

Pensé que al no nombrarte, ya nunca aparecerías ni en sueños. Pero esta noche he descubierto que tu alma impura continua vagando sin rumbo fijo, como hacías en vida, buscando nuevas víctimas a quien devorar.

Hoy vuelve a mí ese terror inhumano que hace temblar mis piernas y que consigue que me esconda debajo de la cama, aguardando la llegada de tu sombra. Es inútil esconderme, sé que esta vez vas a volver para vengarte.

El elfo que habita en la maceta de casa Pepita


miércoles, 8 de agosto de 2012

31. (concurso) CUADERNOS EN EL CAJON


Lo cierto es que los días de verano pasan a un ritmo vertiginoso, pero bueno, de eso, todo el mundo se ha dado cuenta alguna vez.
También es igualmente cierto que a cada verano que asoma a la vuelta de la esquina todo el mundo se propone ciertas metas a cumplir con tal de hacer ese verano inolvidable, extraordinario…, en fin, diferente a los otros años.

Sin embargo, esos cuadernos plenos de ilusiones y objetivos, de metas que parecen a simple vista inalcanzables, se quedan olvidados en un cajón, que tan solo vuelve a abrirse, para no desanimar a nuestra alma cavilante, la primavera siguiente con el objetivo de aportar nuevos sueños que cumplir.


Todos lo hemos hecho alguna vez, y quien diga que no miente como un bellaco. Todos hemos ido, sino las ultimas semanas de primavera, los primeros días de verano, a comprar a la tienda de la esquina un cuaderno con pocas luces para plasmar nuestras ilusiones y desahogar nuestras ansias de volar. Todos, absolutamente todos, hemos brillado por un instante rasgando algunas hojas con la punta del lápiz bien afilada, para dejar huella en cada letra, y marcar bien cada idea que brota y revolotea a nuestro alrededor.
Pero, por desgracia, a cada año que pasa somos más conscientes de que el verano no es nada especial. El verano, al igual que cualquier otra estación del año termina por pasar, y nos deja hambrientos de deseo, hambrientos de objetivos que cumplir, simplemente hambrientos y con ganas de vivir un poco más…

Aún así, he de admitir que el verano es mi estación favorita. Pese a los sueños incumplidos, pese a los cuadernos que pasan frío abandonados en un cajón cerrado bajo llave, pese a los días que se esfuman como espuma entre los dedos… Pese a todo, adoro el verano.

Ya sea por los sueños que florecen, que animan la vida con la magia que poseen, ya sea, ¡qué sé yo! por ese calor que desespera, o por esos días largos, que impiden a la noche reinar como quisiera, o por esas playas animadas que meditan en el horizonte y acunan a los acalorados que se zambullen en sus olas, ¡quién sabrá por qué lo adoro! Simplemente me encanta ¿y a quién no? Aunque maldigamos una y mil veces al calor desesperante, lo demás nos reconforta, nos da alegría. Con tan solo levantarse, aún estando plenos de sudor, con la luz con que nos acoge el día ya nos alegramos.  También nos alegran los helados ya sean de hielo o de crema y cucurucho, también el río fresco, la piscina, las actividades a realizar, las nuevas amistades…
Al fin y al cabo, hemos de admitirlo. El verano, pese a no cumplir los sueños, y pese a almacenarlos en un cajón, nos alegra la vida sin saberlo.


AVARIM




Margarita y Emilio


Valencia escribe<br>sobre...

Ese hombre tan enjuto, con porte de caballero y brazo firme, pasea su poderío por una solitaria playa del sur de cualquier parte, hasta el perro lleva en su pose la misma actitud que Margarita, lánguida y abandonada a la suerte que les ha tocado vivir…
El caballero del que no quiero mencionar su nombre, es su esposo, el guardián de los dos seres que le acompañan. Un tirano, un traidor de la vida, y aunque ésta no le guarda rencor, la hermosa Margarita y Emilio, en su existencia perruna sí.
Todos los atardeceres, cuando el sol se torna de un color cobrizo y se despide bajando la persiana del día; Margarita, Emilio y ese señor, pasean su tristeza por la orilla de un mar que rezuma libertad y rebelión.
A ratos, el anónimo, le permite a su mujer quitarse el sombrero, mostrar a nadie que no sea a él y al horizonte su rostro juvenil y armonioso, Ella, dedica siempre una mirada al mar. Ese señor es el amo y como tal ejerce. Con una mano guía a su fiel perro encorreado y con la otra a su sumisa esposa y prisionera.
- Poseerás mi cuerpo. ¡Jamás mi esencia!, proclama Margarita a los cuatro vientos en silencio.
- Vas muy rápido, las damas elegantes tienen que andar a pasitos cortos. Ya sabes, las rodillas son mi tortura con tanta humedad.
Emilio, cabizbajo contempla la arena, desolado y con la esperanza de reunir en algún momento las fuerzas suficientes para echar a volar tan rápido que, las piernas de ese señor no puedan seguirle, se trafulquen y en el caos, Margarita, quede liberada de esa mano huesuda que le prende el brazo y huya, corra y corra en dirección al mar, descalza, sin más vela que su melena al viento… Emilio, sueña con la fantasía de salvar a su princesa de un viejo y achacoso carcelero con el corazón duro y frío como el mármol.