lunes, 4 de junio de 2012

Andante non troppo


Subía las escaleras ruidosamente,  pisando firme  y pensando cómo poner fin al tormento que le suponía escuchar día tras día esa dichosa música. Estaba harto de ese “maldito instrumento”, que era cómo solía llamarlo. Cansado de soportar las penas y lamentos que llenaban de amargura su ya de por sí triste vida. “Nunca una canción alegre”, se repetía escaleras arriba “siempre tristeza, siempre penas… ya no puedo soportarlo más”.

Se detuvo en el rellano del tercer piso, disimulando su enfado y dibujando una sonrisa forzada en su rostro. Hundió el dedo índice en aquel botón amarillento y en el mismo instante en que el timbre sonó, cesó la música detrás de la puerta.
“Buenas tardes, espero no molestarle. Me preguntaba si podría darme usted un poco de sal” le dijo amablemente.

Un leve giro de su vecino bastó para que alzara el brazo con rapidez y asestara el primer golpe certero en su cabeza. Después, con el cuerpo inmóvil del culpable de su furia tirado en el suelo, llegó el segundo golpe, y un tercero… y otro más.
Golpeaba con rabia mientras tarareaba la melodía de aquella triste canción de violoncelo tantas veces escuchada. Con los dientes apretados, lleno de arrugas  su rostro, golpeaba sin prisa, sin pausa. Lo que en el argot musical podría denominarse con un ritmo “andante non troppo”.   

Sudoroso y excitado, casi sin aliento, con las manos ensangrentadas y sin dejar de canturrear, miró a su alrededor buscando algo grande donde esconder el cadáver para sacarlo de allí.
Una sonora carcajada salió de su garganta cuando sus ojos toparon con el estuche del “maldito instrumento”.

Apasionada




Se enamoró hasta la locura. Pasaba con él cada minuto de su tiempo libre. Se sentía una incomprendida entre sus amistades al rechazar citas y reuniones, pero no le importaba. Él le proporcionaba mayor satisfacción que cualquier otro de sus anteriores amantes. Eso es lo que eran. Lo estrechaba junto a su cuerpo y abrazaba sus formas  redondeadas,  la suavidad ambarina de su caja, su resonancia,  erizándosele todo el vello de su cuerpo. Tocar sus suaves cuerdas era como instalarse en el paraíso. Vivía un sueño; dejó de dar conciertos y clases, de salir de casa. Lo quería para ella sola  y desde que lo poseyera, lo protegía cellosamente

domingo, 3 de junio de 2012

La voz del mar


El mar me llama. Oigo su irresistible voz. Llevo días oyéndola. Al principio no le hacía caso, trataba de seguir escribiendo. Lloraba mi angustia en el silencio de mi cuarto. Ese cuarto desde el que lo veo cada día: sereno a veces; enfurecido, otras. Volcaba mi tristeza en cuentos sin esperanza. El caos de la vida naufragando en sucias charcas. Hoy estoy aquí, delante de él. Ha ganado la batalla. Quiero ser suya para siempre.

sábado, 2 de junio de 2012

Pérdida


La última vez que la vi estaba sentada. Me apasionaban sus vestidos; su mirada limpia, regalando verdad; su manera de existir.

No acudió a nuestra cita. Me dejé caer y permanecí en silencio hasta que anocheció, buscándola en el horizonte .