miércoles, 1 de febrero de 2012

SEDUCCION


                                                             
                      No sé cuándo ni cómo empezó todo. Ya nos conocíamos, pero ese día nos descubrimos. Yo colocaba una pesada caja en la estantería a dos caras, tú quitabas otra en el lado opuesto y por la abertura que dejamos, te saludé con una de mis boberías y te dije –“Cu-cu”-. Me miraste y tu rostro brilló con una amplia sonrisa que me pareció nueva. Los dos reímos a carcajadas. El jefe de sección nos llamó al orden.
Desde aquél día te inventabas cualquier cosa para venir a verme “-que si me falta este artículo, que si tenemos la sección bastante surtida…” Luego decidiste pasar a la acción “- qué guapa estas esta tarde, qué bien te sienta el azul”- Pero yo me adelanté; te invité a comer en un pequeño y recóndito restaurante y desde ese día ya no pudimos disimular lo que sentíamos. Nos comportábamos como dos adolescentes…Pero tú no estabas solo y yo era “la otra”, tenías miedo de romper tu “unidad familiar”, tal y como la llamabas, aunque me jurabas que yo era tu amor y tu vida y que sin mí morirías.
Yo no supe ni quise acomodarme a esa situación en la que tú eras el dueño y señor de nuestros sentimientos. Me marché muy lejos.
Han pasado quince años, tú y tu “unidad familiar” andabais de  compras por unos grandes almacenes y hemos chocado de frente, nos hemos pedido perdón mientras me mirabas y esbozabas una tímida sonrisa al verme, yo he fingido no conocerte y he seguido andando. Haciéndonos los distraídos los dos nos hemos girado para dedicarnos una última mirada. Yo no he podido verte, las lágrimas empañaban mis ojos.

EL VERBO AMAR.

EL VERBO AMAR.
Nunca imaginé que una caricia en la nuca fuera capaz de cambiar el rumbo de mi vida, ni tan siquiera que esa vida a la que yo me aferraba fuertemente se desvaneciera como un suspiro en el tiempo real de su dimensión.
A veces solo necesitamos una simple caricia para darnos cuenta de lo que realmente queremos, por lo que merece la pena luchar y a lo que estamos dispuestos a renunciar por el dulce placer y sabor de la vida misma que se encierra dentro de una caricia soñada. Despertó en mi las ganas aterradoras de vivir, vivir en todo su contenido en el que siempre significó para mí la palabra y el verbo, vivir sin soñar, sin esperar, sin aguantar, tan simple como vivir es la caricia que dio estímulo a mi corazón para que mi cerebro perceptivo se hiciera cargo de la situación en la que se veía mi barca, mi vida, atrapada y sin sentido alguno.
Siempre he comparado la vida con un velero en el mar, sin rumbo pero dispuesto a coger el que tú le quieras dar, a escorar en la medida exacta.
Hay sonidos que inspiran confianza, otros, en cambio, inspiran miedo y sonidos que la única retórica apropiada para ellos es el amor mezclado con el placer de las palabras y los besos. Carlos llenaba de aquel sublime sonido, que envuelve en sueños al que es capaz de escuchar, mi transparente copa para llenarla de quimeras con aquel oro líquido al que llamamos habitualmente cava. Seguía acariciando mi nuca con dulzura, la misma dulzura que sentía mi paladar al saborear tan delicioso placer. El sabía que aquellos versos hacían eco en mi corazón, agitado ya por sus carias, sus palabras y el dulce sabor del cava que invadía  mi copa con la extraña sensación de estar medio llena, medio vacía. Esperaba con excitada tranquilidad a que diera vida a aquellas palabras.
Mírame, en el acoso de mi locura
En el borde ebrio de mis antojos y
Aquí estás tú, inerte en movimiento…
Toda mi vida había estado a su lado y nunca, hasta aquel momento mágico de sinceridad, fui capaz de entender lo mucho que le amaba, que me amaba, que nos amábamos, todo el verbo en su conjugación jugaba hoy a mostrarse desnudo ante nosotros, hoy más que nunca brindábamos con nuestras copas que parecían, o quizás así lo vivía yo dos almas transparentes que por una vez se hacían presa de la verdad.
Pensaba marcharme hoy, pero mi velero tomó otro rumbo, escoró en la medida exacta y todo gracias a una dulce caricia en la nuca, que despertó en mí la sensación, el sueño siempre soñado sacudió mi dormido corazón. Carlos seguía recitando con dulzura aquellas hermosas palabras que me sacaban de mi letargo,
Y no es el dolor lo que más duele,
Es el fuego de tu ausencia el que me mata…
Apoyé mi cabeza sobre su hombro, me besó, le besé, nos besamos, el verbo se conjugó en nosotros y terminó de recitarme aquellos versos mientras nuestras copas medio llenas, medio vacías, eran espectadoras inertes de nuestro amor.









LA ACOGIDA (Boceto 1º, 2ª parte)

Llegaron a la costa con el alba, como se llega a los sitios por primera vez, con las manos vacías y la memoria llena de historias, o estorias como dicen los ingleses. Un paraíso no por tener todo lo que necesitan, sino por lo que les era prescindible. No obstante, las moscas y las sempiternas gotas de sudor recorriendo sus caras una y otra vez hacían del lugar un seguro contra los molestos turistas urbanitas, tan voraces y feraces desde que llegara la decadencia.
Tan solo tenían que recordar uno de los relatos hasta el resto de sus días. Había llegado el tiempo de buscar a quién trasmitírselo.

LA HUIDA (Boceto 1º)

En cada una de sus reuniones recibían un breve relato que reescribían y modificaban según la inspiración del momento. Eran las 121 palabras exactas de una idea que Ignorancia, ansiaba poseer desde que su hermana Decadencia decidió quedarse por aquellas tierras. La podredumbre no suele navegar pero no era cuestión de ponerla a prueba. Por la noche y huyendo de todas las sombras se embarcaron sin rumbo pero con el relato bien custodiado, en el único lugar seguro que se les ocurrió: la memoria.