jueves, 16 de abril de 2015

EL REENCUENTRO


Miraba continuamente el reloj de su muñeca, al tiempo que aumentaba su ansiedad. No podía evitar estar tremendamente nervioso. Eran muchos los años transcurridos desde la última vez que se vieron y los cambios, en él por lo menos, pensaba, eran muy evidentes. No podía dejar de preguntarse si se reconocerían o, si ella, nada tendría que ver con la muchacha de la que estuvo perdidamente enamorado.
Oyó una voz detrás suyo que pronunciaba con un claro interrogante ¿Alfonso? y al girarse, se encontró con una mujer atractiva, entradita en carnes, que le miraba esbozando una encantadora sonrisa, al tiempo que le acercaba la cara para estamparle un sonoro beso en la mejilla. A la ansiedad le sucedió un aturdimiento de tal envergadura que solo supo balbucear monosílabos… tú, tú… porque no podía dar crédito a lo que veían sus ojos. La transformación de Teresa era total. Nada que ver con la quinceañera bobalicona que ocupaba sus recuerdos, ni con la idea que se había forjado, en su soledad, del reencuentro con la antigua novia. Por aquel entonces no se dejaba tocar más allá de la altura del codo, ni besuquear si consideraba que podían tener testigos de semejante hecho.
Cuando se fueron tranquilizando ambos,- pues Teresa tuvo que reconocer que también estaba de los nervios ante la cita que habían acordado por teléfono,- fueron volcando sus vivencias de los últimos años, a la par que entrelazaban sucesos comunes de la adolescencia que los dos recordaban como una etapa preñada de sueños, pero desaprovechada por las circunstancias, los convencionalismos y posiblemente por la cobardía de ambos.
Alfonso le relató su matrimonio fallido. Sus esfuerzos por aprobar una oposición que lo desgastó hasta la extenuación en unos años en los que aún mantenía la ilusión de un futuro prometedor, para el que había invertido mucho esfuerzo y bastantes sacrificios, hasta que acabó renunciando y aceptando un trabajo que no estaba, ni mucho menos, a la altura de sus expectativas, pero que le permitió sobrevivir. Y en eso estaba, sobreviviendo. Cuando supo, por un antiguo amigo común, que ella vivía en la misma ciudad que él, no cesó hasta conseguir su teléfono y ponerse en contacto para acordar esta cita en la que se encontraban y que, -en eso estaban los dos de acuerdo,- de no ser por la precisión del lugar, seguro, seguro, no se habrían reconocido.
- Tú en aquella época eras un intelectual al que me costaba entender,- le confesó Teresa-. Siempre con tus libros y tu seriedad a cuestas. Hablabas poco y parecían importarte más tus estudios que cualquier cosa.
- ¡Pero qué dices! si yo estaba loco por ti y esperaba el momento de estar contigo como lo más extraordinario que me podía ocurrir en aquel tiempo, donde todo era gris y triste. Pensaba que labrándome un buen futuro podía
compartirlo contigo. Pero todo salió al revés. Tu familia, y tú con ellos, cambiasteis de ciudad y yo me precipité en mi matrimonio y posiblemente también en mi vida. Te vas acomodando a la cotidianidad, al día a día y cuando te descuidas, te encuentras con que eres casi un viejo, con una incipiente calvicie, un montón de canas y lo que es peor, sin proyectos y sin ilusiones.
- No seas tan negativo. Estás interesante con tu escaso pelo blanco,- le dijo animada Teresa- las mujeres aguantamos un poco más la apariencia a base de tintes y, te lo digo sinceramente, auténticos sacrificios, pero los años pasan factura ¡ y de qué manera! Yo también me casé, tengo dos hijos ya creciditos y mi marido se buscó una más joven a la que tuvo como amante durante mucho tiempo, hasta que decidieron legalizar su situación. O sea que mis esfuerzos sirvieron para bien poco.
- ¡Si estás espléndida¡ y los años te han dado una pátina, un no sé qué, que te da luminosidad. Algo difícil de transmitir sin las experiencias que te da la vida. La jovencita inexperta que yo conocí se ha transformado en toda una maravillosa mujer y con un brillo en los ojos…
Poco a poco, los dos se sintieron rejuvenecer. La tarde se transformó en noche y siguieron hablando… hablando. Lo necesitaban. Hacía mucho que no se planteaban un futuro y decidieron, juntos, jugar una última partida en esto de la vida. Tenían que recuperar su tiempo.

12 comentarios:

  1. Hola Lucrecia; Me encanto la sencillez del relato, es ameno, bien llevado con un final muy de la vida real.
    Un abrazo.

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    1. No lo he escrito yo, Luis, estoy publicando relatos para que comentéis sin saber de quiénes son.

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  2. Ameno, pero lo acotado de las palabras nos hacen apurar el relato. Fácil de leer, fácil dw entender pero queda gustito a que fuera mas desarrollado. Lindo !

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  3. Un relato luminoso, esperanzador. Pienso que ganaría con algunas correcciones, la repetición de la expresión "no podía" en el primer párrafo y,según mi parecer, suavizar algunos calificativos comunes, es decir, frases hechas, por otras de más lirismo o no, por ejemplo "entrada en carnes" y "estaba de los nervios" . El tiempo narrativo pienso que bien, es cierto que el final, tal vez precipitado por el conteo de palabras, invita a conocer más de la escena.

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  4. Me gusta la atmósfera intimista que se crea entre estas dos personas y cómo se describe la vida que les ha llevado por caminos separados, con una entrañable promesa de futuro.

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  5. Demasiado clásico, demasiado real. Le falta fuerza. Sería bueno que contará algo que no nos loa esperáramos

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  6. La historia me gusta. En general, está bien escrita. En el primer párrafo se repite la expresión "no podía" y en la tercera frase hay demasiadas comas. Ojo con las frases entre guiones y las comas. Personalmente no me disgustan las frases hechas, acercan más al lector aunque alejen el texto de la lírica. Falta la sorpresa final, para mí necesaria en cualquier microrrelato. Como alguien ha dicho, parece una conclusión precipitada, consecuencia del límite de palabras propuesto.

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  7. No me parece un microrrelato si tiene más de 700 palabras, por lo tanto el final condicionado por la extensión del relato, aunque sí me parece demasiado clásico, lo encuentro correcto. Un "no podía", sí que sobra.

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  8. A mí me ha gustado mucho. Es cierto que me parece algo largo. Hay un -detrás suyo- que es incorrecto. Es muy sincero.

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  9. El relato se lee bien, pero es muy previsible. Esas historias de reencuentros se pueden complicar mucho más, con situaciones más dramáticas. Yo conocí a un personaje, un facha, que con 18 años tuvo un desengaño amoroso y se alistó a la División Azul para ver si le mataban en la Segunda Guerra Mundial. Sobrevivió. Cuando cumplió 50, casado y con una hija, recibió una llamada de aquella chica, que le dijo que no le había olvidado y se citaron en una cafetería. Su cita acabó en desastre porque aquella mujer no era la que él había idealizado en su cabeza.
    Hay pequeños fallos de edición: entre el guión de diálogo, que debe ser el largo, y el texto no se deja espacio en blanco y sobran las comas antes del guión.

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  10. Como ya se ha comentado me falta la sorpresa final, demasiado largo para que se termine con una situación normal y evidente.
    Al principio demasiadas comas, lo que me ha hecho despistarme del sentido de la lectura. En general nada fuera de lo que ya se ha comentado.
    Pero no todo es negativo, es de lectura dulce, amena y con un mensaje esperanzador.

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  11. Muchas gracias por vuestros comentarios. Han confirmado lo que yo pensaba de mi relato, pero siempre se aprende de las críticas de los demás, y la experiencia se nota. Lucrecia ¿cuando los próximos deberes?

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