La tenemos
justo delante. Es pálida como un fantasma, paciente como una semilla esperando
germinar. Silenciosa como una tumba vacía. Amable y expectante, como una mano
tendida hacia nosotros. Nos vigila sin ojos y tiembla cuando respiramos. La
amamos, pero también la odiamos. Su única posibilidad de sobrevivir es que, después
de ser mancillada por nuestros despiadados lápices, nos cautive el fruto
engendrado. Solo así evitará acabar marchita y arrumbada, cuando no dividida en
mil tristes pedazos.
Qué bella metáfora de la página en blanco. Felicidades.
ResponderEliminarComo una adivinanza, Me encanta la personificación!!
ResponderEliminar¡Me ha encantado, Rafa, muy buen micro!
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