lunes, 11 de marzo de 2013

Desnudo en granate rojo

Me senté a su mesa sin mediar palabra, saludándola con una leve inclinación del ala de mi sombrero. Sabía que no era eso la norma de comportamiento, pero me daba igual. Encendí un pitillo. Yo no era ningún príncipe bondadoso ni ella una dama desconsolada. Además, mis ojos no se podían apartar de su figura. Seguro que era consciente de que mi deseo la estaba devorando. Y de que ahora la veía de otra manera. Se había despojado de su traje de chaqueta granate y del sombrero negro ala de cuervo. La tenía ante mí desnuda totalmente, con la melena suelta del color del azabache brillante y fino, como sus medias. Nunca hubiera imaginado que una escena tan íntima resultara natural en un lugar tan inapropiado como el Joe’s bar,  repleto de gente a aquellas horas. Me había embrujado, no cabía duda. El trabajito y mi jefe deberían esperar, porque hasta que no le quitara con la boca esas lágrimas que pendían de sus lóbulos, no realizaría la entrega. Después,  todo daría igual.

5 comentarios:

  1. Libre interpretación de la historia. Final abierto, que cada uno imagine lo que quiera.

    ResponderEliminar
  2. Intrigante, Malén, me dejas sin saber qué pensar. Me gusta el ambiente que creas.

    ResponderEliminar
  3. Enigmática historia, Malén... Yo tampocó sé que pensar.

    ResponderEliminar
  4. Muy bueno, Malén, que nos lo curremos tus lectores... Me ha gustado mucho, mucho.

    ResponderEliminar
  5. Una historia muy apropiada para la foto. Me encanta el final, un montón de posibilidades.

    ResponderEliminar