jueves, 29 de diciembre de 2011

En la tetería III



Leocadia estaba francamente enfadada. Se había enterado de que sus “amigos” -eso es lo que ella pensaba hasta ese momento, que eran sus amigos- habían planeado un encuentro para tomar el té de las cinco en la mejor tetería de la ciudad, en la calle Sorní, pero nadie se lo había comunicado, ni siquiera Lu, su vecina, amiga y colega, que tantos favores le debía y con la que pensaba, hasta ese momento, que tenía una relación muy especial. Urdió un plan de los suyos porque no quería perderse esa reunión por nada del mundo y más cuando se enteró de que iban a asistir dos nuevas amigas de VALENCIA ESCRIBE: Julieta y Geli.
La mañana del día señalado se encaminó a la calle María Cristina y compró una peluca rubia platino a lo Marilyn que no le sentaba nada mal. A las cinco menos diez estaba situada en la barra de la tetería esperando que llegara la comitiva para intentar no perderse un ápice de la conversación. Primero llego una joven bien parecida que miró a todos lados, se sentó a una mesa, sacó el teléfono móvil y empezó a escribir un mensaje; acto seguido apareció Asun por la puerta, radiante, como siempre, se dirigió directamente a la joven y le dio dos besos. Al rato aparecieron Amparo y Eufrasio que se habían encontrado en la calle, venían muy guapos y sonrientes, saludaron e iniciaron la ceremonia del té con la ayuda del camarero que les sirvió muy solícito dos tés de canela, dos rooibos de jengibre y mandarina y unas butter cookie que casi nadie probó, qué gente más sana, yo esperé a que se fueran y devoré todas las galletas con un sorbo de los restos de mi segundo carajillo de ron.
El caso es que, a pesar de que tenía la oreja prácticamente pegada a Amparo, no pude enterarme bien de la conversación -es la sordera que se va abriendo camino. No supe si la joven desconocida era Geli o Julieta. Oí hablar de un cosaco y de música, de notas de inglés y de las dificultades de la vida, de la escritura, de la asociación y de lo mal que escriben algunos en el blog, en especial la presidenta, aprovecharon su ausencia para proponer su sustitución por algún miembro más versado. Esto no me extrañó, se lo merece por embaucadora y mala amiga. Cuando se fueron, me quedé un rato pensativa, saqué mi libreta y empecé a tomar apuntes de los detalles para esta narración.

8 comentarios:

  1. ¿Alguien conoce el misterio de la letra pequeña al final? Yo la he puesto toda del mismo tamaño.

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  2. A mí que me registren... así que la rubia era Leocadia...ahora lo entiendo todo.
    Qué divertido...

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  3. Aysss,...que me parto. Después de leer tu relato, estoy segura de que Leocadia estuvo allí. Lo ha clavado.
    ¡Muy divertido! Pero ¿por qué (IV)?
    Por cierto, quítale el acento a "llegará la comitiva"...
    ¡Madre mía, cuando lea todo esto Fernando, y vea dobles por todas partes! Jajajaja...

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  4. Gracias, Julieta, corregido queda. Lo del IV ha sido un despiste. Tenemos que quedar un día de estos Julieta, Geli, leocadia, Luscinda, Leila, Lucila y yo. Un abrazo.

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  5. Pobre Leocadia ¿cómo no la avisó nadie? Menos mal que es muy espabilada y no pierde ripio. Muy bueno!!

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  6. Caray con Leocadia que mal quiere a su vecina! Muy divertido.

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  7. Habrá que estar con más ojos atentos. Esta Leocadia siempre tan huidiza y tan presente a la vez... Vamos, una profesional del espionaje como la copa de un pino, como aquella de la primera guerra mundial... ¿Cómo se llamaba...? ¡Ah, sí: Lulu Marlen!. Un abrazo, picarona.

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  8. Muy buena descripción Lu. Me pregunto, cómo Leocadia con esas gafas tan fashion que lleva, no pudo diferenciar a Julieta de Geli

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