lunes, 21 de noviembre de 2011

EL BOSQUE DE HELECHOS

Unos tímidos rayos de sol se abrían paso a través de los enormes helechos, Anya despertó en ese momento frotándose los ojos con cuidado, bostezó y se desperezó delicadamente, como lo hacían las hadas Minimelis que vivían en aquel bosque. Desplegó y limpió con suavidad sus frágiles alitas y, de un salto, inició un vuelo bajo. De vez en cuando se posaba en alguna florecilla y bebía su sabroso néctar. Este era el único alimento que tomaban las Minimelis.

Anya gozaba de una gran popularidad entre los habitantes del bosque . A ella se le atribuían grandes mejoras en cuanto a la protección de su hábitat. Si no hubiera sido por ella que capitaneaba un enorme ejército de hadas y demás especies, no se hubiera conseguido que el peligrosísimo humano abandonara la megalítica construcción con sus sucias emisiones de polvo negro que iba devastando, poco a poco, el reino de la Superficie Inmediata en la que ellos vivían.

Su ejército se especializó en molestar al humano de tal manera que éste, a pesar de su poder tecnológico y su gran tamaño, tuvo que abandonar la enorme construcción más rápido de lo que habían planeado. Las Minimelis se dedicaron a estropear todas y cada una de las extrañas máquinas que funcionaban día y noche produciendo tal ruido , que hacía que sus tímpanos padecieran serias lesiones. Las abejas, de acuerdo con el plan acordado, dejaron de fabricar miel y se dedicaron a atacarles con sus aguijones que les producían picaduras tan dolorosas que éstos tenían que abandonar sus trabajos. Por la noche, los mosquitos también empezaron a hacer de las suyas. Con sus zumbidos en los oídos y su veneno conducían a los humanos hacia la locura, ya no les quedaba espacio dónde rascarse y dormir resultaba imposible. Los sapos no dejaban de croar por las noches al aproximarse a sus barracones y cuando algún humano se arriesgaba a salir fuera y acabar con alguno de ellos , esto resultaba imposible ya que Anya les había concedido el don de la invisibilidad.
Todo era ruido y malestar en los húmedos barracones y los obreros se rebelaron contra los patronos. Estos no tuvieron más remedio que abandonarlo todo porque, además, las máquinas aunque se repararan, enseguida se volvían a estropear gracias a las estratagemas de Aya y sus amigas.
Así terminó la época gloriosa de la mina de hierro y las industrias de sus derivados. Hizo que la gente de sus pueblos se enriqueciera, pero también que enfermara. Ahora, se dedican a la pesca controlada, a la manufactura de conservas y a la gastronomía, a fabricar vino y recolectar miel, reciben gran cantidad de turistas, atraídos por la belleza de sus bosques y por su tranquilidad y bienestar. Así vivieron todos felices y por muchos años.

7 comentarios:

  1. El texto se ha partido. No sé porqué.

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  2. Voy a ver si te puedo ayudar, muy bonito fabuladora, cuentista!!

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  3. Amparo, mira como ha quedado, ¿lo querías así? Está bien, estrenando un registro más fantástico.

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  4. Sí, pero ¿ habéis corregido el principio? Seguro lo merecía.

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  5. Amparo, un texto bellísimo. Brindemos por las hadas y por todos los seres del bosque!!! Narración limpia y sugerente, como siempre. Enhorabuena!!!!

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  6. Me ha gustado, ojala exisitieran los Minimelis, mejor nos iría

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  7. Gracias, amiguitos, siempre tan amables. Me voy a volar un ratito.

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