miércoles, 16 de noviembre de 2011

EL CANDIDATO

Las sábanas se le habían pegado al cuerpo de tanto sudar, no tenía sueño, era el quinto día consecutivo que Morfeo no le ganaba en su cuadrilátero de viscolástica. Los sondeos le ponían como ganador absoluto. Cada día, en cada pueblo, en cada ciudad, con miles de autobuses repletos de posibles votantes pagados, con una clá fanática e incondicional dispuesta a aplaudir cada gesto, cada palabra, cada promesa, salía vencedor de una batalla ganada de antemano. No podía dormir, cinco o seis mítines diarios en la última semana de campaña, hacían saltar las alarmas de su cuerpo y el insomnio se había colado en su vida como un intruso, acomodándose como un miembro más de su propio cuerpo. Los consejeros le aconsejaban descansar, los nervios le mantenían despierto, su familia hacía tiempo que había dejado de reconocerle. Quería ganar, la erótica del poder era demasiado poderosa, lo tenía al alcance de sus manos vacías que muy pronto estarían repletas.
Los números no engañan, a las 3 de la mañana, los números no pueden engañar. Esta vez, ni Dios me arrebata el triunfo. "Presidente de Gobierno", tan sólo le quedaban cinco días con sus consecuentes cinco noches para poder leer esas tres palabras enredadas con las de su nombre en cientos de titulares de todos los periódicos del País y sobre ellas su foto sonriente desde el balcón de la sede. Entonces sí, entonces podría dormir del tirón. Esto no es más que el último empujón de su carrera y no es nada si lo compara a todo lo que ha tenido que pagar o dejar a un lado durante estos últimos treinta y cinco años de dura escalada. Casi son las cuatro de la mañana y no puede creer que lo que ahora le toque recordar sea el principio de su carrera y a todas aquellas personas que hace tanto que quiso borrar de su vida. Eso es justo lo que menos necesita un candidato en los días previos al fin de campaña. Pensar en su pasado. Y dan las cinco y él, que está acostumbrado a lidiar contra los adversarios más crueles, camina de un lado a otro de su dormitorio enumerando los nombres de sus viejos compañeros de universidad, todos aquellos con los que pasó varias noches en un calabozo por repartir unas octavillas que nadie debía leer y también los mismos que le enseñaron a creer que había que luchar por lo que es justo. “Lo he conseguido“, se dice. “Eran buenos chicos pero también débiles y con demasiados sueños en la cabeza. Con el tiempo te das cuenta de que en política no hay sitio para la gente así. No quiero seguir pensando en esto“, se repite mientras vuelve a meterse en la cama. Pero el insomnio no entiende de ordenes ni porqués y prefiere seguir invadiéndole con sus ingratos recuerdos. Casi son las seis de la mañana y ahora es Carmen, su sonrisa y aquellos dos enormes ojos azules, los que se han apoderado de su cabeza. No quiere pensar en ella ni tampoco entiende cómo puede hacerlo porque se lo prohibió a si mismo hace justamente veintidos años. Pero de repente ella está en su misma habitación y su preciosa cara y esas últimas frases le retumban en los oídos una y otra vez: “¿Dime por qué me dejas? Al menos me merezco que me des una explicación. Sé que me quieres, me lo están diciendo tus ojos. Ten huevos y dime que lo que pretendes es llegar muy alto en política y que yo no soy esa chica perfecta que necesitas a tu lado para poder conseguirlo. Dime que no lo soy porque mi padre es del otro bando o porque no tengo dinero o porque no he ido a la universidad o porque no sé nada de ese protocolo del que parece que ahora tú sabes tanto… Dime lo que sea, pero dime algo. ¡Mírame y dímelo!”
La luz ha invadido por completo la habitación del candidato y su móvil suena sin descanso sobre la mesilla. Hace horas que debía estar respondiendo a todo tipo de preguntas en una emisora nacional y sin embargo, él sigue ahí, inerte sobre su cama, con las pupilas completamente dilatadas. En su rostro se dibuja una sonrisa sutil y en sus ojos, ya sin vida, se atisba el brillo de aquel chaval que un día fue y que soñaba con llegar a lo más alto.
 
 
 

9 comentarios:

  1. Estremecedor. El paso de la noche y el peso del pasado, de nuestra historia personal. Narrado con buen pulso. Enhorabuena Fernando y Lara!!!

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  2. Buen texto y buena historia.
    Sólo me ha dejado un poco confusa el final: El candidato ¿muere de extenuación? ("en sus ojos, ya sin vida...")
    Si no muere -yo creo que no muere- revisaría la última oración para evitar esta misma confusión en otros lectores.
    También me chirría un poco, tanto si muere como si no, "Sonríe sutilmente". En el relato se describe a un hombre sin escrúpulos, que incluso abandonó a la mujer de su vida por conseguir el poder. Este tipo de personas no actúan con sutileza, sino que arrasan todo a su paso. Parece, por tanto, contradictorio.
    ¡Enhorabuena! Me ha gustado la historia y está bien contada.

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  3. Bravo, otra colaboración y buena...
    Yo creo que se muere, pero claro a mí me encanta matar personajes con mis letras, jiji, su antiguo amor llegó en la noche a buscarlo para no dejar que lograra su objetivo y disfrutara de la mieles del triunfo. Muy bueno... ¿será la autobiografía de Rajoy? jajajajajajaja

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  4. Gracias compañeros!
    Geli, gracias por tus consejos. Nuestra intención era que él muriese y me gustaba que quedase así como un poco en el aire. Lo de "sutilmente sonriendo" me pareció bien, porque aunque sus recuerdos amontonados en horas de insomnio le llevan hasta esa muerte y justo cuando estaba a punto de tocar la cima, la última imagen que ve es la de la única mujer que lo quisó sin ser el tipo de ahora y a la que él aún ama sin querer hacerlo. Esa era mi idea.
    Wis, has acertado. Un besazo.
    Fernando, te toca hablar a ti compi.

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  5. Buen relato que detalla el precio que hay que pagar por la ambición y el deseo de poder, sin embargo yo me imagino a algunos durmiendo como angelitos soñando ser los salvadores de la patria o por lo menos de sus amiguetes.
    Dan muy buenos resultados estas colaboraciones.

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  6. Pero la muerte es natural ¿No? Bueno yo lo he entendido así. Buen relato.

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  7. Gracias a vosotros por leer mis observaciones. El autor, claro está, siempre es el que tiene la última palabra.

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  8. El candidato muere de ansia viva, como diría Mota. Con esta colaboración a dos bolis, hemos conseguido rescatar del infierno de la desinspiración a la fabulosa Lara.

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  9. Lo de fabulosa me ha tocado y hundido. Gracias Fer.

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