lunes, 12 de septiembre de 2011

LA SOSPECHA

-No seas macabra, siempre estás igual, deja tus crímenes para relatarlos a plena luz del día y no aquí en mitad del campo, a las tres de la madrugada, con todo el mundo dormido, que me esta entrando un canguis que no veas.
-¿Canguis? ¿Qué palabra es esa?
-Tú siempre analizando las palabras ¡yo qué sé!, lo decía mi abuela cuando estaba asustada, y mi madre y mis tíos… ¡toda mi familia! Por cierto, daría lo que fuera por estar con ellos en Madrid y no aquí viviendo mi primera noche de acampada, rodeada de historias para no dormir.
-¿Qué ha sido eso? ¿No lo habéis oído?, parecía cómo si arrastraran algo por la maleza. Era María la que hablaba otra vez con voz tenebrosa.
Afuera, la negrura de la noche se me antojó un escenario propicio para dar vida a todas sus historias: estrangulamientos, chicas que desaparecen y aparecen en una curva, vampiros que matan cuando besan…, todos parecían estar ahí, detrás de la débil lona que nos separaba de la intemperie.
Durante un instante eterno el silencio se espesó y, en nuestra tienda nuestra respiración se enredó con el miedo formando una atmósfera densa y pegajosa que nos apretujó a unas contra otras.
Pude oír el ruido: sí, sí, era como si alguien arrastrara algo pesado detrás de nuestra tienda, después un golpe seco y una tosecilla intermitente se alejaron en dirección al río.
Lucía y Eva estallaron en una sonora carcajada: ¡casi picamos María, qué susto! No habían oído nada,  olvidaron el asunto y se durmieron.
Yo no pegué ojo en toda la noche,  sus  ronquidos y movimientos  fueron mi única compañía, bueno, y el pánico que se acurrucó entre mi piel y mi saco hasta el amanecer.
Por la mañana el monitor nos reunió a todas para planificar las actividades del día.
Le observé mientras hablaba. Debajo de sus ojos se habían instalado unas  hinchadas ojeras y su muñeca derecha exhibía un vendaje reciente.
María preguntó por Jordi, el otro monitor.
-Tuvo que ausentarse, ayer por la noche recibió una llamada urgente, un asunto familiar grave. Un acceso de tos cortó sus palabras, una tosecilla intermitente, que me resultó familiar.


10 comentarios:

  1. Jo, qué miedo, Yolanda y qué maestría en el narrar, te superas día a día. Felicidades.

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  2. Vaya, confirmo las afirmaciones de Lucrecia. Muy bueno. Mis adolescentes siempre me cuentan historias de miedo en relación a las acampadas. ¿Estarás dando un salto atrás en el tiempo?

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  3. Es un honor aprender con vosotros. Mereces un diez. Buenisimo

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  4. Me quito el sombrero Yolanda, magnifica narración, para mí un diez merecido.

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  5. Yolanda, que canguis hasta el final ....., y ahora ¿cómo voy yo de camping?.Ten amigas para esto!!.Genial guapa.

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  6. Gracias por vuestros comentarios. Dori, de camping llévanos a tus amigas de siempre que ya sabes que siempre terminamos "tirando de nostalgia": empezamos con el colegio, la discoteca, los ligues... y luego ya con los hijos, que ese tema no tiene fin, así que ya sabes, ponle fecha al asunto. Besos.

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  7. Historias para no dormir, si señor. Un gran relato Yolanda, bien narrado y perfectamente rematado. Enhorabuena.

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  8. Madre mía Yolanda se me han erizado los pelillos del cogote, la historia es muy descriptiva, detallista y precisa, tu mejoría es exponencial. Fenómena.

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  9. Gracias, con maestros como vosotros es fácil avanzar, besos.

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