lunes, 5 de septiembre de 2011

LA AMBULANCIA

Aquella mañana Ramón le dio un beso a su mujer como de costumbre, cogió del cajón de su mesita de noche un pañuelo, sus gafas de lectura y tres euros para comprar el periódico y un paquete de pipas. Aunque el sol aún estaba indeciso en mostrarse o en seguir oculto tras una nube grisácea, Ramón decidió ir, como era habitual en él, al banco que estaba situado justo enfrente de lo que años atrás había sido la puerta de urgencias del antiguo hospital Virgen de la Arrixaca. Se sentó, abrió el periódico, y comenzó la bolsa de pipas sin apenas tener ganas pues desde que había dejado de fumar era lo único que le quitaba la ansiedad.

A los cinco minutos Ramón observo que llegaba una ambulancia en silencio y despacito.

-. Algún chofer despistado que aún no se ha enterado que hace un mes cerraron este hospital. Pensó Ramón en voz alta.

La ambulancia paró justo frente a él. Dos hombres fuertes vestidos de negro, que parecían sacados de una película de mafiosos, salieron de la ambulancia mirando hacia ambos lados de la calzada y se dirigían con paso fuerte y ligero hasta donde estaba Ramón sentado.

No le dio tiempo a mediar palabra, lo cogieron uno por el brazo derecho y otro por el brazo izquierdo tan fuertemente que Ramón parecía levitar, se lo llevaron en un abrir y cerrar de ojos a la ambulancia, lo tumbaron en la camilla y le pusieron una mascarilla en el rostro. Ramón aguanto todo el tiempo que pudo la respiración pero fue en vano, al cabo de unos segundos noto como se desvanecía.

El ruido era ensordecedor, Ramón intento incorporarse para ver que estaba sucediendo pero lo habían atado tan fuerte que no podía moverse más de un centímetro.

Ramón ya no tenía noción del tiempo, no sabía los días que llevaba en aquella maldita ambulancia que no paraba de dar vueltas y vueltas, al parecer por el mismo recorrido, y de gritar ese maldito ni, no , ni, no, ni, no…

El ruido cesó y la ambulancia abrió sus puertas, sacaron a Ramón en la camilla y lo llevaron a una especie de nave industrial. Ramón miraba con ojos de pánico aquel lugar que estaba lleno de camillas colocadas en forma de batería, lo dejaron a continuación de otra camilla en la que también había alguien atado. Cuando Ramón pudo ver el cadáver que yacía inerte a su lado en la camilla el rostro se le desencajó y el infarto fue fulminante.

                                           ENTRETANTO

Fina había salido a comprar el pan y a recoger a su marido Ramón al banco de siempre, en donde siempre la esperaba  para irse los dos juntos a casa, preparar la comida y charlar sobre las noticias que Ramón había leído en el periódico.

Le extraño mucho no ver sentado a su marido.

.- ¿le habrá pasado algo? Pensó Fina en voz alta, mientras veía una ambulancia pasar por la calzada a toda prisa y con un sonido ensordecedor.

Fina busco a su marido por cada rincón de la ciudad, por cada hospital, fue a la policía para anunciar su desaparición.

Estuvieron buscando a Ramón durante cinco largos días, todo el pueblo se unió a la búsqueda pero no hubo forma de encontrarle ni siquiera tenían ninguna pista que les pudiera indicar que había sucedido, los medios informativos se hicieron eco de la noticia y hasta el periódico que siempre solía leer Ramón le dedicó una columna.

Pero Ramón nunca apareció.



Este relato es una pequeña alegoría al gran corto “LA CABINA


8 comentarios:

  1. Muy bonito tu texto, está fenomenal, pero hay muchas faltas de ortografía. Si quieres te lo corrijo. Usas le por lo en muchas ocasiones y te faltan acentos. Por lo demás una idea sobrecogedora.

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  2. Corregido, aunque quizás se me escape algo, soy muy faltosa. gracias malen

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  3. Muy bueno. Emocionante el recuerdo de La Cabina del gran Antonio Mercero

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  4. Pero bueno Agata Marige, dime, Ramón murió en el banco y se lo llevaron al depósito, pero su mujer no lo encontró nunca y yace en una tumba anónima. ¿Es así?. Tienes facilidad para cambiar de registro.

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  5. Al menos la muerte de Ramón fue fulminante, que escalogriante. Me gustó, ¡¡que historia!!

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  6. Marige, tu texto me recuerda a los muchos secuestrso de niños y adultos que nunca más aparecen y las familias sufren de por vida.Buenisimo.

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