jueves, 16 de junio de 2011

BARTLEBY CELEBRA BLOOMSDAY

Dedicado a todos los miembros de Valencia Escribe.


Siempre he pensado que la literatura hiere, pero también redime. Hace unos meses, mientras atravesaba una de mis crisis bartleby, mi hermana Tula vino al rescate, ejerciendo su papel de hermana mayor, para comentarme que tenía que entrar al blog de Valencia Escribe, que allí encontraría quizás lo que, sin saberlo, estaba buscando. Mi autoestima kafkiana me hizo recordar cuando en el colegio siempre era el último al que mis compañeros elegían para jugar al fútbol. Es curioso cómo funcionan los recuerdos. De repente aparecen para hacerte la puñeta, para espetarte en toda tu cara que no eres más que un tipo que arrastra complejos de la adolescencia como Marlow arrastraba sus enormes cadenas en la historia de Dickens. Entro con miedo, casi pidiendo perdón por haber llamado tan fuerte a la puerta. No os veo, os imagino. Aprendo a conoceros a través de vuestras palabras, pero también a través de vuestros silencios. Me gustáis porque en vosotros me veo reflejado. Escribo una historia sobre un tipo que le cuenta a su psicólogo que tiene un sueño donde una mujer aparece, naciente cual venus, de una maleta. Era lo primero que escribía desde que ocho meses atrás volví a abandonar a lo personajes de mi novela, dejándoles congelados en ese tiempo inexistente de las obras nunca acabadas. Terapia literaria, pensé. No he vuelto a escribir nada de mi novela, pero he vuelto a pensar en ella. Eso es gracias a vosotros. Juan Rulfo, uno de los escritores más importantes del siglo XX, sólo escribió dos libros: uno de relatos y esa pequeña gran novela titulada Pedro Páramo que un servidor venera leyéndola en un reclinatorio. Victor Erice, el mejor director de cine español después de Buñuel y Berlanga, sólo ha dirigido tres películas. Jeff Buckley sólo grabó Grace para después emular a Alfonsina y sumergirse en la Historia. La productividad es un concepto complejo y excesivamente bien valorado. No, no me engaño; sé que aún soy el chico que lee libros en lugar de jugar al fútbol. La única diferencia es que hoy es bloomsday y no la final del Campeonato del Mundo. Hoy es el día para gritar a los cuatro vientos que escribir es el acto más apasionante que aún somos capaces de hacer los hombres. Relatarnos, contarnos, presentarnos, conocernos, analizarnos, agrandarnos y empequeñecernos. Jugar con las palabras para que ellas acaben jugando con nosotros. Desnudarnos. Aquí estoy, completamente huérfano de las prendas que me visten a diario, a merced del tiempo y sus inclemencias. Y es que yo no soy más que lo que os cuento: un relato que ya concluye para siempre volver a empezar.

9 comentarios:

  1. Atención: PELIGRO. Se acabó el almíbar en Valencia E. Tu relato, que dice muchas verdades, adolece, en mi humilde opinión de demasiado intelectual, demasiada información, demasiados argumentos de autoridad. Me gustan los sentimientos que expresas.
    Siéntete en casa y aprende con nosotros a criticar a los demás para que todos podamos mejorar para el libro del año que viene...

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  2. Marco, me encanta qu estés por aquí y me gustaría tener algún día entre mis manos esa novela que no has terminado, estoy segura que gozaría de una gran obra, no nos prives de ella.

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  3. Me ha encantado. Gran dinamismo a pesar de su densidad.

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  4. Todavía estoy conteniendo las lágrimas, compañero. Coincido con lo de que eres muy denso, pero una epístola tan descarnada como esta no puede ser menos que oscura. Ánimo y sigue así. Gracias.

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  5. No he dicho nada, Marco, quién soy yo para decir nada. Me parece que lo que has escrito está muy bien aunque no sea exactamente un relato.

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  6. Yo casi lo veo como un "epílogo". Este texto viene fenomenal como colofón (vaya palabreja) al montonazo de relatos para publicar.

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  7. Yolannda: creo que hay que esperar mucho (y mejorar mucho) antes de poder ver concluida una obra en la que estoy trabajando demasiados años.
    Magdalena: gracias. Tienes razón, el texto es demasiado denso.
    Eufrasio: Mi idea era que funcionara tanto como una especie de epílogo como un texto mitad festivo mitad reflexivo sobre la celebración del Bloomsday y, sobre todo, el acto de escribir.
    Lucrecia: ¿Cómo que quien eres tú? Me parece perfecto que opines sobre lo que escribo, faltaría más. Es mas, creo que es muy positivo para todos. Efectivamente Lucrecia no es un relato, sino más bien unas palabras que quería brindaros en un día tan especial como el de ayer: Bloomsday, día en el que Valencia Escribe comienza una nueva y apasionante andadura, día en el que, después de mucho tiempo, vuelvo a escribir algo. Me resulta muy dificil a veces no hacer ciertos comentarios sobre la música que me gusta, el cine que me gusta o la literatura que me gusta. Forman parte de mi vida. Es cierto que quizás mi juventud aún me hace escribir utilizando ciertos argumentos de autoridad. Es algo que trataré de ir puliendo poco a poco.
    Gracias a todos amgigos.

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  8. Y ahora, Marco, ayúdame con ese cubo y ve a buscar agua a la fuente y no preguntes qué agua será mejor para este viejo, la fuente está ahí, no recorras el mundo para buscar el agua que tengo en mi propia casa.
    jejejeje. Me gusta, pero sé que, lo sé, que en la fuente que tienes al lado, en ti mismo, podrás descubrir respuestas antes de hacerte las preguntas y muchas preguntas que has dejado de hacerte porque considerabas debías recorrer selvas entre las letras.

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  9. Marco, amigo, no habrás jugado al fútbol, pero como Hornby, puedes escribir que lo has hecho, no habrás tenido la infancia que se supone que deben tener los niños, empezaste pronto a "desmarcarte" de los cánones impuestos, tenías esa capacidad, ese don y podías permitírtelo. A los 11 años escribí mi primer relato, era un niño que buceaba en Calpe por primera vez y descubría un mundo diferente bajo el agua, un mundo en el que se sentía mejor que en el mundo en que vivía. Mi profesora, doña Juanita, jamás dudo de la autoría de mi Padre, que jamás ha escrito más de dos lineas de su propia cosecha, posiblemente cuando existían las cartas. A los escritores, los que no escriben, sólo pueden conformarse con leernos y tratar de adivinar cómo somos a través de lo que dejamos escapar con lo que escribimos. Marco, tus silencios a lo Bartleby los tenemos todos, mi último silencio lo demuestra, pero sólo se trata de un silencio exterior, el que nace escritor nunca deja de escribir, aunque no imprima sus palabras, aunque "prefiera no hacerlo". Un abrazo compañero, tu declaración de intenciones me ha dejado casi mudo y deshidratado de lágrimas.

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