jueves, 19 de febrero de 2015

SUSURRO




Te lo diré en el olvido.
                        O no te diré nada.

Imposible olvidarte
por eso mi silencio.

Te lo diré bajito,
                        o mejor callada.
Sólo en el recuerdo
jamás en el olvido.
Te lo diré siempre
mientras dure mi vida.

                        Te lo diré

Dónde vives ?


Los que viven en las nubes no son como nosotros.
Contemplan la autopista repleta de extrañas máquinas rodantes. Emitiendo inquietantes reflejos metálicos.
Ellos tienen su océano, surcado por miles de hermosos peces de colores. Y en el fondo del mar, brillantes anillos plateados.
Los que vivimos con los pies en el suelo no podemos imaginar que atrapando un anillo, sumergiéndose en ese mar,  se consigue  el pasaporte para la eternidad.
Mientras dura su viaje quizás descubren mundos paralelos, solidarios, maravillosos.

Pero será tarde, nunca nadie será  capaz de poder revelarnos  el verdadero sentido de la vida. Imposible el regreso. No.

martes, 17 de febrero de 2015

No podía hacer otra cosa, señor policía




En el metro, sin querer, oigo una conversación:
 “-Sí, tío, me lo estoy montando  con una mujer casada, es colombiana y vive en la calle del Pez. Se llama Rosana”. 
Llego a nuestra casa de la calle del Pez. Se oye un vallenato. Entro directamente al dormitorio. De un cajón saco el arma. Por el pasillo que conduce a la cocina voy llorando su nombre: Rosana, Rosana… con lo bueno que te salia el sancocho...

lunes, 16 de febrero de 2015

Un indeciso



  La hierba, húmeda, pide saciarse con mis restos. Solo ella desea tener algo conmigo, pero es que ni siquiera me encuentro nutritivo, pues es tal mi tedio, mi interno llanto y mi decepción con esta vida, que seguro mi sangre esté emponzoñada, de tan lento fluir. No quiero hacerle esto a la tierna hierba, suave, fresca y habitada. Yo ya no pertenezco a la naturaleza, pues tanto pensar me desahució de ella. ¿A dónde dar con mi cuerpo? Nunca aspiré a cadáver, me cuesta imaginarme. Quizá me inmole en ácido. Allá al menos seré uno con lo nocivo y por fin nada conmigo mismo, despidiéndome del mundo, gramo a gramo. Adiós, buena hierba, y gracias por arroparme.
   No, no puedo; aún no. De no ser por tu tacto realmente lo haría. Eres consuelo de los poetas.
   Yo también, pequeña, yo también.


Santiago Herrero
alasombradelparnaso.blogspot.com.es