lunes, 28 de octubre de 2013

Crónica de guerra



Esta madrugada, al rededor de las tres de la mañana ha estallado la guerra mundial definitiva. El bien conocido general de las fuerzas armadas aliadas ha lanzado el ataque con misiles. Está planeado que continúe durante dos días, hasta diezmar completamente el poderío de los insurgentes. Según datos de la agencia de inteligencia, los estados implicados tienen armas químicas, misiles de largo alcance y artillería pesada aunque no se tiene conocimiento de la existencia de armas de destrucción masiva o biológicas.



En una operación que lleva meses de estudio, se lanzaron misiles teledirigidos sobre los principales puntos de conflicto, ubicados a varios miles de kilómetros uno de otro. Las dianas o puntos objetivo de los misiles han sido marcados con sistemas locales de direccionamiento para minimizar el efecto de dispersión y error que tienen los sistemas teledirigidos sin ajuste local. Estos sistemas de posicionamiento local están formados por células de militares infiltrados en el territorio enemigo que son capaces de apuntar al blanco de los misiles con una precisión de décimas de metro siendo marcados los puntos desde diez o doce kilómetros de distancia, asegurando así que el radio de acción de los misiles no afecta al personal de marcado. Los «marcadores» son militares expertos entrenados en el arte de encontrar blancos partiendo de imágenes satélite. Una vez visualizado el blanco, apuntan sus marcadores láser sobre los objetivos y permanecen durante horas esperando el impacto de los misiles. Su misión comienza en la búsqueda de la diana y termina con la confirmación —vía satélite— de la destrucción del punto marcado.

A partir de las tres y media de la mañana los «marcadores» comenzaron a dar las primeras confirmaciones de blanco. El enemigo, sorprendido por los misiles —recordemos que estaban aún en fase de negociaciones con los aliados y la ONU no ha aceptado ningún ataque preventivo—, no ha tenido tiempo de reacción ante los primeros ataques. Alrededor de las cuatro de la mañana, comenzaron los impactos en zonas no marcadas, según nos confirmó una fuente local de una de las zonas atacadas. Parece ser que los insurgentes, conocedores de la técnica de marcado de los aliados, usaron la misma para encontrar primero a los marcadores y luego hacerse con los equipos. Los aliados, sin ser prevenidos del hecho y sin esperar confirmación de la segunda tanta de impactos, lanzaron la tercera y esta es la que ha sido determinante en la batalla del día de hoy. El fuego amigo ha destruido cientos de aldeas de países vecinos. El ingenio de los insurgentes ha dado tiempo suficiente para adherir a drones —aviones normalmente no tripulados— a tres de los «marcadores» —junto a sus expertos militares aún con vida— que habían sido robados a los aliados hace unas semanas. Estos drones fueron teledirigidos a las principales ciudades aliadas y el saldo de muertes es aún desconocido pero según nuestras estimaciones podría rondar el millón y medio de personas.

La situación actual es desconcertante. Los aliados han decidido hacer un alto el fuego mientras estudian la forma de asegurar que los «marcadores» no vuelven a ser interceptados y, por otro lado, tratan de explicarse lo sucedido. Los gobiernos de los aliados están sumidos en el caos tratando de consolar a las víctimas y a la vez actuar contra un enemigo invisible, según ellos, que ha provocado el rearme de los insurgentes. La opinión pública y los medios de muchos países cuestionan en estos momentos la idea del desarme de los enemigos, dado que aunque ya no disponían de armas de destrucción masiva, sólo su ingenio les ha valido para usar las de los aliados en su contra.

Algunos medios —entre los que se encuentra nuestro rotativo— piensan que los aliados están perdiendo una guerra que comenzaron con objetivos económicos y que por lo tanto no fue ni planificada ni necesaria a nivel internacional. Llevamos ya cinco horas de alto el fuego y las manifestaciones contra la guerra están siendo multitudinarias, sobre todo en las ciudades que han sido masacradas. La gente en occidente sale a las calles con los féretros de sus muertos, con la sangre de sus muertos sobre la cara y clama, a los gobiernos de los aliados, que paren esta matanza sin sentido.

Más allá de las transmisiones en cadena del líder del gobierno de nuestro país y de los demás aliados, transmitiendo tranquilidad y que lo sucedido era un hecho aislado que no volvería a repetirse, lo que la masa reclama es volver a la normalidad antes de la guerra. Diezmados por la inflación y los impuestos, los ciudadanos de las naciones occidentales exigen paz. Ya no se trata del bienestar común o las libertades individuales en riesgo, el pueblo exige a sus estados que vuelva la paz y las negociaciones entre las partes. Aún no tenemos respuesta de los aliados ante este reclamo y según nos aseguran nuestros reporteros a pie de calle, la gente se está organizando y probablemente esta exigencia pacífica pronto se trasforme en algo más. Seguiremos informando.

Pernando Gaztelu

domingo, 27 de octubre de 2013

The LOVE Brothers


-Chicos, chicos, chicos, creo que os estáis precipitando... Mirad que en esta vida para todo hay remedio menos para la muerte, les dije.
-¡Y una mierda!, contestó a pleno pulmón el que parecía más gallito y al mismo tiempo menos espabilado.

Todo empezó por mi inveterada adicción a la nicotina. Ya lo repetía una y otra vez Deborah, mi última novia: “El tabaco te va a matar, cariño”. Aunque era cerca de la medianoche, decidí acercarme al bazar a por un paquete de Marlboro. Fue de vuelta al apartamento cuando me interceptaron y acorralaron en un apestoso callejón, próximo a la Avenida Tremont. Había oído hablar de ellos, eran cuatro matones llamados Leonard, Otis, Vincent y Ernie. Por algún motivo se les ocurrió utilizar las iniciales de sus nombres y autodenominarse The LOVE Brothers, aunque en los fondos por los que yo me movía todos les conocían como The Democrats. En el fondo eran cuatro paletos de pueblo que el destino había reunido en el Bronx. La suma total de sus masas encefálicas era inferior al seso de un canario. No constituían una banda organizada, imposible que planeasen nada racional con su despreciable coeficiente intelectual; simplemente trabajaban para otros bajo pedido e iban sembrando el barrio de cadáveres. Siempre el mismo sistema: un disparo en la cabeza, otro en el corazón, otro en el vientre y otro en los huevos. Nunca comprendí lo del disparo en los huevos, tal vez era su firma, su marca, vete tú a saber. Les llamaban The Democrats porque, aunque operaban por encargo, antes de liquidar a alguien siempre votaban entre ellos para decidir si lo hacían o no. Parece una estupidez y de hecho lo es, pero no se nos olvide que estamos hablando de unos tipos estúpidos hasta decir basta. Me contaron que en su último trabajo, la votación para decidir si se cargaban a Danny DiPaula quedó en empate. Seguramente más de uno de aquellos sicarios todavía necesitaba aprender las vocales. Lanzaron entonces un dólar de plata y Danny perdió. Eran imbéciles, pero también duros de cojones. Se rumoreaba que una vez que arrestaron a Otis y le aplicaron el tercer grado no solo no pió nada, sino que consiguió volver majareta a uno de sus interrogadores, el cual acabó confesando un delito de pederastia.

Pues bien, allí estaba yo, esposado a una tubería del gas en la callejuela más asquerosa y oscura de Nueva York, delante de ese póker de zoquetes que se presentó de parte de Wesley Murphy, un usurero al que adeudaba desde hacía meses la módica cantidad de veinte de los grandes más intereses. Como ni tenía la pasta ni preveía tenerla en un próximo futuro, Murphy decidió cargar esa cantidad en su libro de pérdidas y ganancias, no sin antes tacharme de su lista de morosos. The democrats ya habían votado y el resultado fue de tres a uno en mi contra. Alguien había aprendido el a-e-i-o-u desde el último asesinato. Ahora, después de rezar para que el disparo en los huevos fuese el último de los cuatro, probé a gastar saliva, que es sin duda el procedimiento más asequible para alargar la vida cuando ni puedes salir corriendo ni tienes un centavo en el bolsillo.

-Chicos, chicos, chicos, creo que os estáis precipitando... Mirad que en esta vida para todo hay remedio menos para la muerte, les dije.
-¡Y una mierda!, contestó a pleno pulmón el que parecía más gallito y al mismo tiempo menos espabilado.
-Creo que cuando habéis votado no tuvisteis en cuenta una información muy importante, decisiva, diría yo.
-¿Qué información ni qué ocho cuartos?
-Chicos, tengo información privilegiada sobre la sexta carrera de mañana.
-¿Información privilegiada? ¿Qué rayos es eso?
-Que alguien se ha ido del morro y me ha soplado cuál será el caballo ganador.
-¡No jodas!
-Sí, os lo juro por mis huesos, ¡que contraigan un cáncer si es mentira!

Aquellos palurdos se miraban entre sí embobados.

-Eso significa que si me dejáis vivir hasta mañana, por la noche os duplicaré los honorarios de Murphy, incluso es posible que salde con él mi deuda. Creo que deberíais considerar la posibilidad de votar de nuevo.
-Nunca votamos dos veces, Buchanan. Es nuestro método.
-Pero ¿qué me estás contando, hermano? Si hasta en las Cámaras repiten las votaciones, tronco. Vuestro método está anticuado, es inflexible y poco práctico. Deberíais ir pensando en cambiarlo. Este sería un buen momento para hacerlo. Recuerda que se trata de pasta, amigo.
-Espera.

Los tipos se apartaron unos metros y, colocados en círculo, con los torsos inclinados hacia adelante y cogidos de los hombros, como si estuviesen estudiando una jugada de fútbol, empezaron a cuchichear por lo bajini. Al cabo de dos minutos se incorporaron dirigiéndose hacia mí.

-Hemos decidido por unanimidad que, excepcionalmente, haremos una segunda votación. Pero no nos vengas luego con más gilipolleces, porque no habrá nuevas votaciones.
-OK, hermano. Estoy convencido de que habéis tomado una inteligente determinación. Siempre me ha encantado la democracia, por eso amo este país. ¡Dios bendiga América!

Me invadió una absurda alegría. Me veía camino de Seattle en el primer Greyhound de la mañana cuando, después de murmurar de nuevo, se giraron para informarme.

-Buchanan, el resultado ha sido de dos a dos.

Joder, ¡me cago en la leche que mamaron! Estos tipos no tenían arreglo. ¡Vaya pandilla de anormales!

-Juro que no os entiendo, chicos. Pienso que…
-¡Basta ya de rajar y tocar las pelotas, Buchanan! Me duele la cabeza de oírte. Creo que si pronuncias una sola palabra más, te estrangulo. Acabemos con esto, necesito una aspirina. Nuestro método estipula que en caso de empate lanzamos un dólar de plata. Tú eliges: cara o cruz. Si aciertas, te las piras bien lejos. Al quinto pino. No queremos volverte a ver. Pero si pierdes la espichas, ¿entiendes?
-Capito, hermano. Pero antes de escoger tengo dos preguntas que haceros.
-Adelante.
-La primera es por qué el disparo a los huevos.
-Eso fue una idea de Ernie, mejor que te lo cuente él.
-Es una explicación fácil. Si le pegas un tiro en los testículos a un tío, se concentra en el dolor que eso le causa y los demás disparos ni los nota. Digamos que es una terapia pre-mortem, destinada a rebajar el sufrimiento. ¿Comprendes?

De esa descabellada aclaración solo deduje que el primer tiro era en los huevos. Mierda.

-OK. Y la segunda pregunta es qué eligió Danny DiPaula.
-Cara.
-No, cruz, dijo otro.
-Cara, seguro que fue cara.
-Que no, que te digo que fue cruz.
-¡Maldita sea! ¡Yo tiré la moneda y sé lo que salió! ¡Salió cruz, había elegido cara!
-Eres un capullo integral, Leo. ¡Vamos a votar a ver qué es lo que eligió Danny!

La escena era completamente delirante, surrealista. Cuatro chalados discutiendo por semejante sandez.

Nunca he creído en milagros y siempre he aborrecido a la pasma, pero reconozco que esa noche la irrupción de un coche patrulla en el callejón, mientras los mentecatos murmuraban y votaban de nuevo, me hizo recobrar la fe en Dios. ¡Ah! Y además desde entonces no he vuelto a fumar.

viernes, 25 de octubre de 2013

Vidas robadas


¿Cuándo supiste que suplías un deseo? ¿Cuándo percibiste la ausencia de amor verdadero, el amor que rebosa sin tapaderas? Si fuiste un niño al que no le faltó de nada…, faltándole todo percibías una barrera infranqueable. ¿Cuándo notaste los besos fríos, la caricia huraña, la mirada baja, el silencio abierto a un océano oscuro? Ahora comprendes porqué eres extranjero en tu propia tierra, tu peculiar acento te forjó forastero, naciste aquí e inmediatamente te transportaron, arrastrando tus raíces, simulando el feliz alumbramiento en cualquier país lejano, vano intento de transformar el pasado, para siempre instalado, como un muro derrumbado, en el anhelo de una pareja de avaros que te criaron como ancianos.

Strangers in the night



Hacía una noche perruna. Llovían chuzos de punta y Santa Bárbara, San Pedro o quien coño fuese soltaba unos pedos monumentales allá arriba. Crucé corriendo el parking, subí al coche y puse la radio. Comenzaba Strangers in the night cuando sentí en el cogote el duro y frío cañón de un revólver.

-Estate quitecito y evitarás que te fría los sesos, dijo una voz cavernosa a través de un pasamontañas.

-¿Quién eres y qué cojones quieres?

-Calla y obedece, mamón. Hay un fiambre y una pala en tu maletero. Conduce hasta el bosque de Tinkerville. Allí abrirás una fosa y lo enterrarás. 

-¡Ah! Pensaba que con esta música te apetecía un bailecito...

-¡Cierra el pico, idiota! Y mueve el culo, ¡rápido!

Puse el auto en marcha y tomé la federal. A medio camino rompí el silencio.

-Acabo de decidir que va a excavar tu condenada madre.

-Pero ¿qué dices, capullo?

-No hay ningún cadáver. Piensas liquidarme, pero pretendes que antes cave mi propia tumba. Un encarguito de Floyd, supongo.

-¡Bingo! No eres tan gilipollas como pensaba, Buchanan.

-Pues infórmate primero de quién te pagará este recado, listillo, porque hace una hora que obsequié a tu patrón con unos tickets de plomo y está de viaje en el otro mundo.

El fulano enmudeció y me pidió que le dejase en el primer área de servicio.