
sábado, 17 de marzo de 2012
EL MUNDO DE PIN Y PON

viernes, 16 de marzo de 2012
Esos pequeños seres
LO QUE YO SÉ DE LOS HOMBRECILLOS

En cuanto salió el libro de Millás a la venta me fui rauda a la librería para adquirir un ejemplar. Estaba ansiosa por conocer lo que él sabía porque yo también tengo algo que aportar. Todo empezó en mi quinto cumpleaños, cuando mi abuela María se presentó con una enorme casa de muñecas como regalo. Era una preciosidad, nunca había visto nada igual. Toda la parte delantera era una puerta que, al abrirse, dejaba al descubierto su interior, formado por cuatro pisos y diferentes cubículos donde se ubicaban dos salones, una biblioteca, los dormitorios, tres cuartos de baño y una preciosa cocina. Tenía de todo. Cuando se cerraba era una fachada con sus ventanas y balcones velados por cortinas y la puerta de entrada en la parte de abajo. Los pisos estaban comunicados por una escalera. Había alfombras, lámparas, ropa de cama, toallas, todo lo que se puede encontrar en una mansión grande y lujosa. Quedé encantada con el regalo, claro. Pero lo bueno vino después. Un día en que mi madre estaba muy atareada en la cocina oí unos golpecillos en la puerta de nuestro piso, abrí, allí no había nadie. Estaba a punto de cerrar cuando una vocecilla proveniente de un diminuto ser de la altura de mi zapato, me llamó por mi nombre y se presentó muy cordial. Bajé la vista y vi a una familia completa: el padre, la madre y dos niñas de mi edad, iban todos cargados de maletas y me pidieron permiso para ir a mi cuarto, allí me rogaron que les abriera la casita pues iban a instalarse en ella. Así fue como entraron en mi vida y se han quedado conmigo para siempre. Observarlos y tratarlos ha sido y es una de mis mayores fuentes de felicidad. El mes pasado enterramos al padre que ya había cumplido los ochenta y se quedó apaciblemente dormido en la biblioteca con el libro de los hombrecillos en las manos. Creo que su corazón no pudo soportar que la gente empezara a saber de ellos.
jueves, 15 de marzo de 2012
El secreto del jardín
(por favor, léase escuchando la música)
Irene de Rocamora nació tras estas rejas en los tiempos de la reina Germana de Foix, viuda del “Católico” y virreina de Valencia. El esplendor de esta corte renacentista no parecía ensombrecerse con las crueldades que Germana infligió a sus enemigos políticos. La noble Irene creció en una ciudad alegre y cultivada, prestigiosa y bella, elogiada desde todos los rincones del mundo conocido. Asistió a suntuosas fiestas y aprendió los preceptos de la más delicada cortesía. En su juventud experimentó los placeres de una aventura galante con mucho recato; y cuentan que un joven de la familia Trénor murió en un duelo por defender su honor. Pero solo los muros de su jardín conocen el secreto de sus amores con un morisco que se hacía llamar Ovidio, para ocultar su origen, y que le recitaba hermosos versos en noches de plata y nardos; le hacía el amor con una inmensa dulzura bajo la atenta mirada de su criada Melibea. La historia no acabó en tragedia porque los moriscos fueron expulsados del reino. Dicen que el llanto de Irene, derramado sobre las plantas, embelleció aún más el magnífico vergel.