viernes, 20 de enero de 2012

CARRERA DE OBSTÁCULOS


Estilo directo:
Paco camina a su trabajo, es temprano, hay poca gente por la calle. Suena un PLOFF!.
- ¡Me cago en el dueño del perro! Pero ¿dónde está la Policía? ¿por qué no les ponen una multa a estos hipócritas? ¡Se creen que tienen derecho a sembrar las aceras con los excrementos de sus animales! ¡Luego se sienten tan modernos, con vacunarlos, desparasitarlos, llevarlos a la peluquería canina, ... pero cuando les toca recoger, ahí queda eso, a ver si pasa algún tonto despistado y lo pisa! ¡Esto lo denuncio en la Comisaría!
Ante el vocerío del pobre Paco, mientras limpiaba su zapato, un barrendero se acerca y le dice:
-¡Qué tenga suerte, hombre! A mi, por más que me quejo, nadie me hace caso.

Estilo indirecto:
Paco camina a su trabajo temprano, la calle estaba poco transitada. De repente siente algo blando bajo su zapato, había pisado un excremento de perro. Se siente profundamente indignado por la falta de educación cívica de los dueños de esas mascotas, porque no recogen sus defecaciones y dejan la calle sembrada de obstacúlos. Maldice a los amos, no a lo animales, que no son responsables de sus actos. Anuncia que lo denunciará en la Comisaría. Un barrendero, que le oye vocear, le anima, porque a él no le hacen caso cuando se queja de esto mismo.

Estilo indirecto libre.
Paco camina a su trabajo temprano, la calle estaba poco transitada. Pisa un excremento y malhumorado desata su ira contra el dueño del can: ¡Me cago en el dueño del perro! ¿dónde está la Policía? quiere saber, para exigir que denuncien a quienes dejen los excrementos sin recoger. Tacha a los propietarios de mascotas de mal educados, aunque presuman de atender correctamente a sus animales. ¡Luego se sienten tan modernos, con vacunarlos, desparasitarlos, llevarlos a la peluquería canina. No está dispuesto a que le vuelva a suceder este percance. ¡Esto lo denuncio en la Comisaría!
Un barrendero que le oye, le anima y le desea suerte porque a él nadie le hace caso: A mi, por más que me quejo, nadie me hace caso.

jueves, 19 de enero de 2012

LOUIS, LE MOUSTACHE ET RITA. Por Miguel Rangabé

Sería su pesadilla. Daba lo mismo, quería aquellos bolsos desde joven, incluso antes de ser regidora, y le perseguirían siempre, expuestos al otro lado del escaparate, con esos maniquís tan raros que solían poner cuando empezaban las temporadas y se iba a contemplarlos a la salida de cada pleno del ayuntamiento. Naturalmente, se quedó embobada, ajena al riesgo del regalo, y sin reparar ni en quién se lo regalaba ni en que aceptaba con ello un soborno. Fue escandaloso, casi pornográfico. Ya en el banquillo, inmóvil y medio enajenada, con los ojos inyectados en sangre, volvió sus ojos hacia él y la realidad la aplastó como un elefante. Era, siempre lo había sido, una mujer despótica y tiránica, y nos alegramos al ver que la justicia había actuado una vez más como se esperaba.

miércoles, 18 de enero de 2012

Ruslán y el Espíritu del bosque


-Hola, soy Nimiedad, aunque todo el mundo me llama Nimi. ¿Puedo ayudarte?

El niño, recostado en el suelo, levantó la cara que escondía entre sus brazos, miró al hada sorprendido y dejó de sollozar por un momento.

-Vamos, pequeño, ¿qué te ocurre? A mí me lo puedes contar. ¿Te has perdido en el bosque? –añadió con voz melosa.

Ruslán –que así se llamaba el niño- más tranquilo, balbuceó:

-No,… no es eso. Tengo que llevar el destello de la luna y el fulgor de las estrellas al Espíritu del bosque, pero…no sé cómo. Rompió a llorar de nuevo.

Nimi movió sus alas al tiempo que sonreía.

-Ah, tesoro, ven conmigo. ¿Alguna vez te miraste en el Manantial de la hiedra?

Ruslán negó con la cabeza y se puso en pie.

-Anda, sígueme –le pidió Nimi con cariño.

Rodearon el viejo roble y se encaminaron por el sendero hasta tropezar con el nacimiento.

-Acércate, tesoro, y dime que ves.

Cuando el pequeño inclinó la cabeza, el reflejo de su rostro sobre las aguas limpias y transparentes destelló como la luna y fulguró como las estrellas.

-Ves qué fácil –y le guiñó un ojo-. Ya puedes llevarle al Espíritu del bosque lo que te pidió.

El niño, contento por haber entendido, la besó y, muy ufano, se alejó de allí con paso seguro.

Textos paralelos (2ª persona) aquí

Paternidad responsable

Era tu padre. Estaba igual, más joven incluso que antes de su muerte, y te miraba sonriente, parado al otro lado de la calle, con ese gesto que solía poner cuando eras niño y te iba a recoger ala salida del colegio cada tarde. Lógicamente, te quedaste perplejo, incapaz de entender qué sucedía, y no reparaste ni en que el disco se ponía rojo de repente ni en que derrapaba en la curva un autobús y se iba contra tiincontrolado. Fue tremendo. Ya en el suelo, inmóvil y medio atragantado desangre, volviste de nuevo tus ojos hacia él y comprendiste. Era, siempre lo había sido, un buen padre, y te alegró ver que había venido una vez más a recogerte.

Carlos Alfaro




Despedida

Era ella, estaba mucho más guapa que cuando os separasteis y te miraba con la cara interrogante, junto a la rosaleda del paseo, al otro lado de la calle, con esa mirada que solo ella sabía poner cuando quería conseguir tu consentimiento para algún capricho. Indudablemente, te quedaste atónito, sin poder entender qué pasaba y no te percataste de que no podías cruzar la avenida sin más, ni de que en ese momento un coche venía hacia ti a tumba abierta.
Fue terrible. Desde el suelo, aún sin entender y sorprendido, la percibiste de otra manera y entonces comprendiste. Era, siempre lo había sido, una persona muy bien educada, y no te extrañó comprobar que había venido una vez más a despedirse.
Malén


Encuentro casual


Era tu amor. Estaba igual, aunque más sereno que cuando compartió efímeramente su vida contigo, recostado al sol en un banco del parque con un libro en las manos, y ese gesto suyo de subir las cejas cuando llevaba puestas las gafas. Por supuesto, te quedaste anonada, «pero no se había marchado a vivir a Barcelona», pensaste y en tu ilusión renovada por burlar al pasado y hacer tu sueño realidad, no reparaste en la niña que a sus pies jugaba con la arena, y tampoco en la mujer, que tumbada en el banco, apoyaba la cabeza en sus piernas. Fue desconcertante. Ya de vuelta a la realidad, giraste en redondo, y deprisa, te alejaste de aquella escena que tantas veces quisiste para ti. Era, siempre lo había sido, tu amor, y te alegró que al menos a él, la vida le hubiera sonreído.

Geli

Pasado

Era él. Estaba como siempre, más guapo incluso que la última vez que lo viste, y te miraba directamente a los ojos, sentado en la terraza de aquel café, con ese gesto de no haber roto un plato en su vida, como cuando compartíais la vida. Te quedaste parada, sin saber qué hacer. Pasaron cinco años en un segundo por tu cabeza, pensaste salir corriendo,huir pero tus piernas estaban inmovilizadas y te quedaste allí, quieta, devolviéndole la mirada. Entonces se levantó y vino hacia ti, te dio un abrazo y fue como si el tiempo no hubiera pasado muy a pesar tuyo. Tu marido paró en ese momento su coche a vuestro lado. Tuviste que presentárselo y os despedisteis apresuradamente. “Es un amigo de la facultad”, mentiste cuando arrancó el coche.

Lucrecia