Y un día te levantas y, al mirarte en el espejo, descubres que la persona con la que te levantabas ha desaparecido, no sabes cuándo, pero tú ya no eres ese que muestra el espejo. En la cocina, tras desayunarte medio bote de mermelada de fresa distribuida en treinta y seis galletas, descubres que te has convertido en un tragaldabas. Aunque estás recién duchado y afeitado descubres en el autobús que eres un repelente para tus semejantes tan eficaz que nadie quiere sentarse a menos de un metro de ti. Tras una aburrida mañana de trabajo descubres que para tus compañeros eres sólo un tiquismiquis al que tienen que saludar porque eres el más antiguo de la oficina y te temen y te hacen burla a tus espaldas, peludas, por cierto. De regreso a tu casa descubres que tu pareja está jugando al tocomocho contigo porque te vende un boleto que no puedes cobrar porque ya lo está haciendo otro por ti. Así que, al final del día, cuando estás en la cama descubres que Tusculuum, el paraíso mental que habías construido ya no tiene sentido porque pertenece a alguien que fuiste en algún tiempo pasado, pero que a saber dónde se fue.
domingo, 26 de junio de 2011
viernes, 24 de junio de 2011
ANTES QUE AMANEZCA
La noche de San Juan un ejército de cuerpos semidesnudos invade la playa, esa misma playa que permanece las trescientas sesenta y cuatro noches restantes vacía para mí. Es la única noche del año en la que tengo que renunciar a mi placentero paseo nocturno porque las masas de gente descontroladas invasoras beben, gritan, saltan por encima del fuego, se mojan los pies, prometen las mismas cosas que el primero de enero –si en seis meses no las han cumplido, difícil será que las cumplan en los seis siguientes- y violan el sagrado rumor de las olas con potentes vomitorios de ruidos con que poder contonearse al son de un vaso con alcohol en la mano.
La noche de San Juan me dedico, toda la noche, a leer con tapones en los oídos el mejor libro que se pueda leer, para esa noche, hasta las tres y media, hora y media antes que amanezca, en pleno conticinio. A esa hora observo por la ventana el devastador nocturama que las hordas salvajes han dejado a su paso, me pongo mi gorra, mi guerrera, tomo mi bastón... y salgo.
La noche de San Juan recojo la basura que las hordas bárbaras dejan olvidada, bien por egoísmo, bien por falta de educación. Recojo los despojos que dejan atrás durmiendo borrachos, o inconscientes por el coma etílico, con esa dudosa buena intención de recogerlos a la mañana siguiente. Con el bastón voy tanteando sus cuerpos inertes. La mayoría, al verme, se asustan e intentan levantarse como pueden y se van haciendo eses, algunos me dan las gracias, me dicen que soy un buen guardia y hasta quieren darme un besito con ese aliento de alcohol mezclado con vómito. Hasta que me tropiezo con algún cuerpo con tal cantidad de alcohol en su interior que le impide tan siquiera gemir cuando le toco con el bastón. Lo recojo y me llevo uno de esos cuerpos a mi casa, lo degüello en solemne silencio -ni se enteran los pobres- procurando que la sangre no se pierda, les chamusco bien el pelo, lo destripo, lo troceo y algunas partes hasta las deshueso y las pico; con las tripas limpias hago embutidos para todo el año; sazono algunas carnes y otras las congelo; de los huesos salen caldos para cocido muy sabrosos; la sangre con cebolla, tomate y orégano la reservo para los partidos oficiales de la selección o las finales de tenis. El alcohol la deja mucho más tierna y le da un punto de sabor que la aleja del pollo y la acerca al cerdo. Tengo carne para todo el año... hasta la siguiente noche de San Juan.
miércoles, 22 de junio de 2011
PENSAMIENTOS CRUELES
Este gordo ocupa mucho lugar. Piensa Juanita sentada al lado de Iván, dirigiéndose en el autobús hacía Oviedo. Que cruel soy, a mi me dijeron “fea el día que naciste no solo lloraron tus padres también lloro el cielo” y maldita la gracia que me hizo. ¡Que irónico, el día que nací llovió como si el cielo llorara!.
Iván miraba de reojo a Juanita “ si va oprimida en su asiento” ¿Que pensará de mí?, aunque ella mira que es fea. El día que nació debió de llorar hasta el cielo. Que cruel soy, tengo bastante con mirarme al espejo.
Una gran familia
-Este gordo ocupa mucho lugar -exclamó quien parecía que llevaba la voz cantante.
-Además, todos estábamos cómodos -dijo otro bien menudo.
-¡Yo casi no puedo respirar! –añadió uno diferente.
¡Basta! Tendremos que apretarnos. Pero, voy a conocer a nuestro nuevo compañero. Hemos de presentarnos, no hay que olvidarse de la cortesía. Al fin y al cabo vivimos todos juntos.
-¡Buenos días, amigo! ¿De dónde procedes? ¿Cuál es tu nombre?
-¡Buenos días! Respondió el recién llegado, con una voz grave y profunda. Pues verás de la Feria del libro. Soy ruso. Mi nombre es “Guerra y paz”. Sus miradas se encuentran y sonríen.
Malén
De relatos en cadena de La SER, sacados de los cajones perdidos.
Malén.
Atardeceres de Junio

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