martes, 7 de julio de 2015

Encarnita, ese perfume cautivador (PARTE I). Mario Escat


Han pasado 53 años y aún recuerdo ese perfume…el de Encarnita. Lo cierto, que seguro no era un buen perfume, sería una colonia barata, pero sigo teniendo en mi mente ese olor intenso, el de Encarnita.
Ella, era tres años mayor que yo, y como era habitual en esa época, procedente de un pequeño pueblo de La Mancha, trabajaba de ‘Chacha’ en nuestra casa. Desde el mismo día que llegó, en plena canícula de agosto, se convirtió para mí en objeto del deseo, de un deseo que a mis escasos 13 años, no sabía identificar, pero que producía en mi cuerpo y mente unas agitaciones desconocidas hasta ese momento. No había noche que no me tocara con fruición pensando en sus enormes y turgentes pechos que observada cada vez que podía, cuando arrodillada, fregaba el suelo. (La fregona aún tardaría en llegar a las casas españolas). En algunas ocasiones, yo veía que Encarnita notaba que la observaba, y no sabía entonces porqué, (ahora sí) ella, se inclinaba más y más sobre el cubo de fregar, dejando a la vista hasta lo que yo adivinaba que eran unos bultitos y que no había tenido ocasión nunca de ver, excepto en enciclopedia, que cerrada bajo llave, reposaba a buen recaudo en la librería del despacho de mi padre. Y en la que desde hace algunos años, yo, de forma hábil, abría con otra llave para investigar algunas palabras como ‘Pezón’, ‘Puta’, ‘Follar, ‘Joder’, ‘Coño’, etc… que en algunas ocasiones oía a los mayores, pero que ni mi familia, y mucho menos los curas Jesuitas de mi colegio me aclaraban. Además, gracias a que se exhibian junto a algunas de esas palabras, dibujos aclaratorios, ese libro, se convirtió en el mío de cabecera.
Pero, sigamos con Encarnita. El verano seguía su curso y mis ardores aumentaban. A ese paso, de tanto masturbarme iba a acabar en los huesos, y lo que es peor, si me moría, iría al infierno de cabeza y, aunque era el más alto de mi clase, no crecería más con tanta paja, y no podría seguir en el equipo de baloncesto, y para remate, como no había misa diaria, como en el curso escolar, y sin mí ‘padre espiritual’ (Made in Jesuitas), de confesarme, nada de nada…
Como es natural, y dado que estábamos de vacaciones, yo les contaba esas bondades de Encarnita a mis compañeros de pandilla, y alguno de ellos, a ciertas horas que mis padres no estaban, se pasaban por casa para comprobar in situ y corroborar, las excelencias mamarias de mí, ya adorada Encarnita.
Así transcurrió el primer verano con ella en casa. Por cierto, en un chalet minúsculo en la montaña y en el que ese verano faltaba más de media familia (no cabían). Pero, llegó el nuevo curso, y, vuelta a Valencia. A un piso enorme, con más de 8 habitaciones y el resto de la familia (tres hermanas de mi madre solteras, mi abuela materna y otra mujer de servicio, de mayor edad y rango). Con lo que mis atalayas de observación de ubres, desaparecieron como por encanto. La resignación nunca ha sido mi compañera, además de ser un Scorpio de mitad de noviembre, ser hijo único marca, en este caso, para tratar de obtener todo objeto de deseo. Así que comencé a plantearme otra estrategia que me llevara a obtener ese objetivo, que en mi mente ya no se limitaba a observar, sino que mis instintos me marcaban metas superiores, que por cierto yo desconocía. CONTINUARÁ…

domingo, 5 de julio de 2015

LAILA


Laila es la joven maestra en un pueblo de la Franja de Gaza. Se considera una afortunada. Después del fin de la guerra tuvo la suerte de poder ir a la ciudad, a casa de su tía, y cursar los estudios de Magisterio.
Ahora es feliz con sus más de veinte alumnos, y disfruta enseñándoles a leer y escribir. Esta tarde ha llamado a varios padres para explicarles cómo los niños  van progresando en la escuela.
Sus dos hermanos mayores salieron de la cárcel, se casaron y tuvieron hijos que alegran la casa familiar. Todos ayudan a su padre en el taller de maquinaria agrícola.
En el silencio de la noche, al acostarse, se duerme con una sonrisa dibujada en su cara.

El estruendo de las bombas la despierta. Laila tiene doce años.
Sin recordar el sueño que ha tenido, corre a la calle en dirección a la escuela. Lo que ve le encoge el corazón. Después del bombardeo, ni una sola pared ha quedado en pie. Poco a poco va levantando los cascotes que cubren el suelo y consigue sacar de entre los escombros unos cuadernos, unos lápices y unos libros polvorientos, pero que todavía pueden servir. Todo el día lo pasa en esta tarea. Para ella es como rescatar un verdadero tesoro.
En el pueblo de Laila nadie confía en el futuro, pero ella, por la noche al acostarse completamente agotada, se duerme con una sonrisa de esperanza dibujada en su cara.




miércoles, 1 de julio de 2015

Revista VALENCIA ESCRIBE nº 15 Julio-Agosto





Nos complace informar que ya está disponible la revista «extra» de verano. Los enlaces son los siguientes:

Para leer/descargar:

Solo para leer:

Disfrutadla… ¡¡Y DIFUNDIDLA!!


Mañana, Lu Hoyos



Mañana seguiré el camino,
Nada tengo preparado,
Ni camisas, ni faldas, ni anillos para mis manos.

Ya pesa el tiempo en mis párpados
Y se arquea mi espalda
Con vocación de arco para tus flechas.

No hay nada a punto.
Habrá un cuándo, un dónde y un porqué
Y allí estaré yo,
Prisionera del destino.

Nada tengo preparado
Si no es este deseo de atardeceres,
De noches de luna,

De mañanas soleadas y de tiempos venideros.