
viernes, 2 de marzo de 2012
LOS PUENTES DE MADISON

Margo

Sigues interpretando a jovencitas de veinticinco años, cuando hace tiempo que dejaste atrás esa edad.
Bill se enfurece cada vez que le insinúas que los ocho años que os separan son un abismo y que no tardará en ir tras las faldas de alguna mujer más joven que tú.
La seguridad con la que interpretas cada uno de tus papeles, parece desvanecerse en cuanto abandonas el escenario después de cada función y te miras al espejo: las arrugas que surcan tu frente, la piel apergaminada en la comisura de los labios, las mejillas flácidas y el temor en los ojos.
Miedo a la vejez que inexorable gana terreno. Te aterroriza que ahuyente de tu vida al amor y te aboque a la soledad.
Lejos de los aplausos del público, te conviertes en una niña malcriada de agrio carácter. Arremetes contra todos, los tiranizas. Abusas del alcohol y eres déspota.
Un buen día, Eva se presenta en tu camerino como una admiradora solícita. Se cuela en tu vida poco a poco, va asumiendo tareas y acaba organizándote cada una de tus jornadas, hasta llegar a resultar imprescindible. Se convierte en la sombra que se agazapa a la espera de usurpar tu lugar en cuanto flaquees. Por fortuna, es esa ambición suya sin límites, la que precisamente abre tus ojos.
Te das cuenta de que, al fin y al cabo, envejecer no es ninguna tragedia. Tienes a Bill y su amor sincero.
La fuerza con la que te rebelas abre paso a una mujer serena y sensata, al tiempo que aniquila a la niña caprichosa que te tiranizaba fuera de los escenarios y te predispone a interpretar el papel más difícil de tu vida: vivir en plenitud. Ahora ya, sin miedo, sin temor.
jueves, 1 de marzo de 2012
LUGAR EN CALMA
- Señor, se nota que es usted de fuera. Faltan diez minutos para inaugurar la primera mascletá. Eso en esta ciudad no se lo pierde nadie.