martes, 2 de agosto de 2011

Mis vacaciones

Crónicas del verano mallorquín

Las que tenemos la dicha de vivir en la isla de “la Calma” y decidimos reposar durante el verano, descansar, leer, y vivir ajenos a la invasión turística, en la medida de nuestras posibilidades, nos damos cuenta de que a pesar de nuestros denodados esfuerzos, tal idea es inverosímil.

Se inicia el largo goteo de familiares y amistades bajo la consigna común de “ya que vais a estar ahí… aprovechamos para visitaros”.

Y comienza nuestra larga agonía y las visitas se van instalando en nuestra casa. Eso sí, sucesivamente y no todos de golpe. Es entonces cuando pensamos que somos demasiado buenas, por no decir tontas. Claro que nos regocijamos de verlas pero…

La cuñada y sus dos hijos adolescentes que, como están de vacaciones suponen que tú no, porque estás en tu casa y cada día se levantan preguntando antes siquiera de tomar el desayuno: -¿qué planes hay para hoy? Y tú, como buena boba que eres, ¡hala! a organizar excursiones, comidas, paseos y salidas a calas atestadas de turistas… Y te conviertes cada día en la esclava que satisface hasta el mínimo de sus deseos y además, a su ritmo. Así, hasta que te das cuenta de que se te están acabando las ganas y deseos vacacionales. Y ya empiezas a añorar la vuelta al trabajo, tan relajado.

Pero cuando aún no te has repuesto del anterior estrés, llega la eterna amistad apática y sin iniciativas, a la que le va bien cualquier cosa que hagas, hasta el hecho de no hacer nada y que liquida tu paciencia y se convierte en tu sombra, instalada también ¿cómo no? en tu casa.

Todas estas agradables visitas implican, además, el hecho de introducirse en ese microcosmos imparable llamado aeropuerto, donde la realidad es inaudita e incomprensible. Gran circo repleto de tribus urbanas, grupos y hordas de turistas procedentes de todos los rincones del planeta, constantemente en movimiento. Unos se van rojos como tomates, otros llegan cargados con las más estrafalarias indumentarias: hombres vestidos con tutú como las bailarinas, otros con el gorro, las gafas y en slip de natación se pasean impunemente por el escaparate. Y tú, ahí parada, diciéndote, pero ¿esto qué es? ¿Qué pecado he de expiar? Yo sólo quería descansar y tumbarme a la bartola con mi libro y te sientes un ser de otro planeta. Realmente no entiendes nada. Es entonces cuando decides no pasar ni un verano más en tu querida isla, coger el portante y largarte, al Norte. Lejos, muy lejos.

lunes, 1 de agosto de 2011

GANANDO BATALLAS

            Logramos ganar la batalla a nuestra timidez e indecisión leyendo viejos poemas de Safo y nuevos poemas de Bukowski. La marihuana también ayudó, no lo voy a negar ahora, al igual que un viejo disco de Tom Waits cuya tercera canción, On the nickel, hacía saltar la aguja del ya obsoleto tocadiscos. La desnudez no era problema: nos imaginábamos desnudos antes de querernos. Tumbada en la cama eras un reino a conquistar, un mundo inexplorado esperando ser hollado por mis manos, mi lengua y mi alma. Recuerdo que me dejaste hacer todo lo que quise, para después reproducir exactamente en mi cuerpo todos los movimientos que yo hice en el tuyo. Éramos dos cuadernillos de caligrafía: sólo se trataba de unir con delicadeza los puntos previamente marcados. Nuestra ansiedad delataba nuestra juventud. Sé  que era verano por aquella gota de sudor que descendía, lenta e inexorable, abriéndose camino a través del tiempo y tu vientre. Imposible olvidar  los sonidos que hacían nuestros cuerpos al rozarse. No sabía, hasta ese momento, que el sexo fuera sonoro . Tampoco sabía que el sexo tuviera sabor. Tu cuerpo era salado y dulce.

            Tom Waits dejó de cantar y la aguja del tocadiscos volvió a la posición de salida. Ambos ejércitos se dieron una tregua. Se firmó un pacto de no agresión con el claro propósito de romperlo en cuanto el cigarrillo que los generales habían encendido se consumiera. Ninguno de los dos era consciente de que hay guerras en las que merece la pena luchar durante toda la vida.

UNA RAZÓN OCULTA...



Despertó Heraclito de un profundísimo sueño junto a la hermosa Criseida. La vio alzarse del lecho desnuda, hacer sus abluciones en una jofaina llena de agua perfumada de romero y tomillo y envolverse en una túnica del color de la púrpura. Él permaneció recostado observándola. Encendió ella, luego, el fuego en el hogar y dispuso algunos pescados en una marmita en la que pronto empezó a bullir el aroma de una exquisita sopa. Míraba el oscuro embobado las filigranas del fuego.
- ¿No será el fuego, querida Criseida, la norma que rige el cosmos en todas las cosas en su incesante cambio?
Criseida lo miró perpleja sin entender nada y sin osar responder. ¿Por qué amaba ella a este hombre extraño y apartado de todos?


-Este cosmos, sin duda, estimada Crise, no lo hizo ningún dios ni ningún hombre, sino que siempre fue, es y será fuego eterno, que se enciende según medida y se extingue según medida. Medida, medida..., hay una medida, ha de haber una razón oculta bajo el aparente caos que nos envuelve...

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En mi mundo. Por Dani Ramos

En mi mundo, salgo al porche al anochecer, y veo las luciérnagas revolotear delante de mí. Bajo los tres escalones de madera vieja cuya ...pintura blanca está desconchada. Y paseo por la oscuridad de la pradera que hay enfrente de la casa.
Las estrellas me susurran historias de universos que jamás podría soñar. De mundos infinitos llenos de color. Cielos colmados de lunas. Nebulosas multicolores que me hacen recordar cuentos de grandes navegantes. Secretos asombrosos que solo conoce el creador de todas las cosas.
Puedo pedirle a las estrellas que me acompañen mientras camino en las frescas noches de verano. Y ellas me hablan de aquellos a quienes guiaron hace miles de años. Naves que partieron de Fenicia y otros tantos lugares y llegaron a Tarsis. De granjeros del norte que se echaban a la mar en busca de fortuna y jinetes de las estepas, que viajaban libres.
En mi mundo puedo apreciar las cosas que verdaderamente valen la pena, y las recreo a voluntad. Y cada tarde me acerco al acantilado y me siento sobre el césped para ver como cientos de rayos bajan desde las negras nubes del horizonte al mar. Y siento la brisa en mi cara y huelo y escucho el romper de miles de olas.
Y me pongo a caminar cerca de un rio, y el aire me trae el olor de las hojas caídas en otoño.
Las aves del bosque entonan melodías que el hombre jamás será capaz de componer. Los árboles me narran la historia de la humanidad y me cuentan de su decepción al ver en qué nos hemos convertido. Pero yo les animo, y les explico que es mi mundo y no el de los humanos. Les digo que están en mi mente y no en la Tierra. Y ellos se quedan más tranquilos.
En mi mundo no hay personas. Hay recuerdos.
La enfermedad es solo un rumor, la tristeza, es un término desconocido y la muerte llegará a él cuando esta me llegue a mí.
En mi mundo, si quiero puedo volar con o sin alas. Puedo subir o bajar y siempre llego a donde me propongo. Acabo todas las cosas que empiezo.
Y cuando cae la noche de nuevo, en mi mundo las estrellas salen a buscarme. Y me piden que juegue con ellas. Y yo me tumbo en el campo y las cojo y las desplazo por el firmamento. Y las coloco en lugares distintos. Y cuando las miles de galaxias están desbarajustadas, les pido que regresen a sus lugares a la de tres. Y ellas lo hacen. Y nos echamos unas risas. Y les pido que me digan su nombre. Y una a una, me lo dicen, y descubro que ninguno de esos nombres se repite.
En mi mundo las aguas de los ríos fluyen hacia arriba. Y puedo ver como de los picos de las montañas salen disparadas millones de gotas formando nubes, que viajarán por el día hasta llegar al mar, donde se descargarán formando una gran obra de teatro que durará un atardecer de primavera.
En mi mundo, la obra del hombre no existe, y la naturaleza campa libre por donde quiere. Y es ordenada y nada salvaje. Y crece y respira. Y se ilumina con los primeros rayos de sol y brilla con el rocío del alba. Y me deleita con olores que no existen.
En mi mundo, he creado un arce real gigante, para que me entregue una de sus hojas, y pueda hacerla volar sobre el mundo entero con migo encima. Y he visto mis desiertos, y mis cumbres. Mis valles y mis océanos. He visto mi soledad y mi alegría. Mis triunfos y mis derrotas. Y cuando me he sentido satisfecho, le he enseñado a la hoja a volar fuera del mundo. Y he atravesado galaxias y tormentas estelares. Nebulosas planetarias. He tocado con mis dedos la energía de un Quásar. Me he mecido entre estrellas binarias y he dormido a la luz de unas Cefeidas.
He pisado los planetas más bellos del universo. He nadado en océanos de color purpura. He visitado junglas de hielo, y he sentido en mi piel el cero absoluto.
Y cuando me he cansado del frio espacio, he regresado a mi vieja casa con solo pensarlo, ya que en mi mundo, el viaje es un mero trámite, que se puede realizar o no.
Las rocas se ablandan a mi paso y pueden resultar tan cómodas como el mejor de los colchones.
Las leyes de la física existen igual que en tu mundo, pero yo las puedo alterar. Y puedo hacer que aparezcas y respires. Y sientas la paz que yo siento. Y vivas mis experiencias. Y navegues por donde yo navego. Y puedo hacer que una puesta de soles en la constelación del Dragón te alcance el alma y te haga llorar de alegría. Y puedo hacer que paseemos por el bosque y los pájaros entonen una bella melodía que te sonará como decenas de violines y flautas tocando al unísono. Y puedo hacer que los olores que impregnan el lugar te acaricien los sentidos. Y puedo hacer tantas cosas, que desearías tener tu mundo para hacer lo mismo que hago yo. Y cuando te deje de vuelta en la realidad, olvidarás que has estado conmigo, y será un día de esos en los que te levantes, y te des cuenta que no has soñado nada.
Y yo seguiré en mi mundo esperando que llegue el momento.