miércoles, 1 de junio de 2011

DINERO SUCIO


El día que conocí a José Luis Peñalver no podía ni imaginar el marrón que, años después, amargaría durante algún tiempo su existencia gris. Era propietario de una tienda de sombreros cercana a la mía, en la calle Mayor, y solía cruzarme con él con cierta frecuencia al inicio o al final de la jornada. A veces coincidíamos también en el bar de la esquina a la hora del almuerzo, donde yo devoraba con deleite un bocadillo de pan tierno y crujiente con jamón a la catalana, mientras él se tomaba un café a pequeños sorbos comentando la mala marcha de los negocios por ésta o por aquélla causa: crisis varias, competencia de los grandes almacenes, los cambios en las modas…
-Esto ya no es lo que era –solía afirmar- , antes se podía vivir de un pequeño comercio, pero ya no tenemos nada que hacer, es una auténtica ruina.
-Hombre, no será para tanto –le contestaba yo-, todavía tenemos fieles clientes que prefieren la confianza que depositan en nosotros antes que la impersonalidad de las grandes superficies.
El caso es que el hombre siempre estaba amargado y los domingos se le veía pasear serio y cabizbajo del brazo de su oronda señora, que saludaba al pasar con una tímida sonrisa.
Se pasó años con el mismo traje gris los días laborales de invierno que cambiaba los domingos por otro del mismo color pero un poco más nuevo y en verano lucía una camisa blanca y un pantalón ligero azul marino.
Rosa Benítez, su señora, tampoco hacía grandes dispendios en vestuario y solía llevar los mismos modelos temporada tras temporada sometidos a concienzudos arreglos para adaptarlos a la moda del momento.
Vivían en una modesta casa situada en el entresuelo de la tienda, en un edificio de seis plantas. No sé cómo era su mobiliario, ni los manjares que adornaban su mesa, pero sí veía muchas veces volver de la compra a Rosa Benítez con una pequeña cesta y su apagada sonrisa de siempre, era como si tuviera la necesidad constante de pedir perdón por algo que ignorábamos.
Con la última crisis económica que nos puso a todos un poco más serios, José Luis Peñalver dejó de frecuentar el café y ya casi no se le podía ver fuera de su tienda, llegando incluso a suprimir los paseos dominicales.
Pero la sorpresa llegó un lunes por la mañana, los comentarios se extendieron rápidamente por todo el barrio. Al parecer había habido una avería en los desagües de la finca donde vivían los Peñalver y la tienda había amanecido cubierta de mierda. Montañas de mierda por todas partes. Todo el género echado a perder. Cajas de borsalinos, de fedoras, bombines, sombreros de copa, boinas, gorras, sombreros de paño, pamelas, jipijapas o sombreros Panamá, Canotiers, todos cubiertos de mierda.
Pero lo más curioso era que José Luis Peñalver escondía, según se dijo, medio millón de euros en la trastienda, atesorados año tras año a base de continuas privaciones, que quedaron cubiertos de la desagradable sustancia marrón y decían que andaba enloquecido, profiriendo gritos y maldiciones mientras Rosa recogía el dinero y lo llevaba a la lavadora donde lo sometió a un programa de lavado económico del que salieron limpios y relucientes y dicen que luego puso los billetes a secar por toda la casa. Al poco tiempo de estos hechos traspasaron la tienda y no volvimos a saber nada más de ellos.

Ana María Vilchez C

Rafael estudiaba en la escuela militar cuando empezó a soñar con ideales de igualdad.
El quería llegar lejos ya que venia de una familia humilde. Siempre soñaba con ser Presidente de su país. Pasaron los años y fue planeando una estrategia p ara cumplir su anhelo. Por oportunidades que se presentaron, Rafael llego donde quería.
Un día se levanto como Presidente de la Republica, no importa como llego lo importante es que estaba allí. Tal vez un pueblo agotado de tantos políticos mediocres tuvieron las esperanzas puestas en Rafael.
Rafael presidente de una nación con muchos recursos económicos, minerales y personas preparadas. Empezó hacer cambio enamorando a un país a un modelo nunca antes vivido. Pasaron los años y Rafael se fue alejando de la realidad se fue enfermando de poder de ambición, no se veían los beneficios para su país. Rodeado de pura gente mediocre como el, fue acabando con su país. Y así quedo un país que pudo saltar al siglo XXI, pero Rafael sigue pensando como si estuviera en siglo pasado. Y el país estancado.

DINERO SAGRADO. Por Saluditero.

A VER, EN PIE... TODO EL MUNDO CON LAS MANOS EN ALTO. ESTO ES UN ATRACO. Pater, si es tan amable...el dinero de los cepillos me lo va poniendo en esta bolsa.
-Hijo, es que todavía no los hemos pasado...
-Y a que espera...
VENGA, RAPIDITO QUE NO TENGO TODO EL DÍA. YA PUEDEN IR DÁNDOLE A MONSEÑOR JOYAS, BOLSOS, MÓVILES, CARTERAS Y PITILLERAS, Y SIN RECHISTAR, QUE ESTOY MUUUUUUY LOCO. NO QUERRÁN QUE LA BODA ACABE EN TRAGEDIA, ¿VERDAD?. SI ALGUIEN ESTÁ PENSANDO EN HACER UNA TONTERÍA PRIMERO DEBE SABER QUE ESTA RECORTADA ES DE GATILLO FÁCIL Y YO DE DEDO NERVIOSO. Y SI LES SIRVE DE CONSUELO PUEDEN PENSAR QUE SOY HACIENDA Y QUE LES HE PILLADO.
-Hijo, ¿no ves que tu ambición te va a condenar?
-Yo no soy su hijo, en todo caso su hermano. Y no me puedo condenar porque ya lo estoy. Esta mañana acabo de violar la condicional, perdón por lo de violar, Pater –los ganchitos de brillantes del recogido del pelo, también, señora mía- Además, esto es para los pobres. ¿No dijo Jesús que había que dar a los pobres para alcanzar el reino de los cielos? –gracias, abuela, va usted muy guapa- Pues yo le estoy facilitando el trabajo; no es que mi ambición sea alcanzar el reino de los cielos, porque soy republicano y de Canyamelar, pero con esto espero alcanzar, al menos, el final de año. Esto es dinero directo a las manos de los pobres –no se olvide el reloj, caballero...gracias- sin intermediarios que se lo queden con la excusa de que los portes son muy caros. ¿Qué a quién se lo voy a dar? Pues a mi familia, que es muy pobre. En cuanto a lo del perdón divino –Pater, se deja usted esa pulsera- hace tiempo que ya me aprendí de que va este negocio –usted es el padrino, ¿no? Pues vengan las arras. Las arras, idiota, ¿cómo me das las alianzas, con qué se casan entonces los novios, so inútil?- cuando era niño le pedía a nuestro señor todas las noches una bicicleta...nunca tuvo a bien concedérmela, así que cuando fui mayor la robé, y luego le pedí que me perdonara.
VALE, VALE, SILENCIO, QUE ESTAMOS EN LA CASA DEL SEÑOR. DAMAS Y CABALLEROS, PRÉSTENME UN POCO DE ATENCIÓN: GRACIAS A TODOS POR SU COLABORACIÓN Y CONTINÚEN CON LA CEREMONIA. MI ENHORABUENA A LOS NOVIOS Y SIENTO HABERLES ASUSTADO. POR CIERTO, EL ARROZ TAMBIÉN ME LO LLEVO. ES PARA LA BENEFICIENCIA. YA PUEDEN BAJAR LAS MANOS... PODÉIS IR EN PAZ.

-¡Paudencio!, ¡Paudencio!, despierta, que ya se ha acabado la ceremonia. Límpiate esa baba. Yo es que es la última vez que voy contigo a ningún sitio. Siempre me dejas en ridículo. ¡Paudencio!. Nada, que si quieres arroz, Catalina. ¡Me tienes muy harto, Paudencio!, ¡pero que muy harto!.



EL ATAÚD

Estaba decidido, era el tercero que probaba y resultó ser el más elegante y cómodo, cierto que era el más caro, pero… ¡qué demonios! el largo viaje bien lo merecía.
Sus allegados le consideraban un loco extravagante por preparar su funeral en vida, pero D. Heriberto que era muy metódico y escrupuloso para sus cosas, no quería dejar en manos ajenas tan importante acto social.
Estaba arruinado. Su mala suerte y su ambición convirtieron su corazonada en tragedia: el caballo al que apostó todo su dinero, acabó rodando por el suelo.
Su lema era: “antes muerto que sin plata”, y allí estaba decidido a seguirlo.
Miró las fotos: Su traje de terciopelo carmesí ribeteado en oro, lucía esplendido sobre el fondo de seda blanca del imponente ataúd, pronto los buitres que le rondaban podrían admirarlo. Esa parte voy a perdérmela, -pensó contrariado-, mientras vertía el cianuro en la copa.