La inspiración llegó de improviso, en plena crisis de dolor.
El escritor de cuentos tomaba notas apresuradamente en el primer folleto publicitario que encontró en la consulta.
A su izquierda, detrás de una puerta, una suave voz anunció su nombre.
Cómodamente instalado en el sillón, su mente navegó por mundos extraños.
Decidido a ignorar la realidad, cerró los ojos. En un instante se quedó dormido.
Cuando despertó, la dentista todavía estaba allí.
Me gusta ese final!!
ResponderEliminarMuy bueno, Pepe.
ResponderEliminarBuen final!!
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