"Hablas de dinero y en tus labios me resulta grosero. Te
percibo ambicioso. Me entra mal cuerpo y el enfado nubla nuestra vida. Salgo a
la calle, escapando de ti y paseo…”Yo
también trabajo, yo gano dinero” me digo y me repito. De repente, el brillo
inefable de un frasco de perfume me embelesa y entro como una posesa ante esa
promesa de aroma indescriptible.!Qué importa! Me animo y con aires de prestidigitadora,
luzco airosa mi tarjeta de crédito…
martes, 31 de mayo de 2011
LAS PENAS CON PAN SON MENOS PENAS. Maria Gertrudis Torres
Había escuchado millones de veces que la ambición no era buena, que uno debe de conformarse con lo que tiene pero ella no opinaba lo mismo. Miraba desde uno de los ventanales de su castillo el azul del cielo de aquella mañana gris, sentía un dolor insoportable dentro de su pecho como si de un momento a otro le fuese a reventar el corazón. Se vistió despacio con la ropa que le habían preparado para la ocasión, la peinaron con un modesto recogido y le sirvieron el desayuno. En la puerta le esperaba el coche oficial que la llevaría al tanatorio en donde su hermana yacía inerte. A pesar de todo el dinero y el poder que tenía no pudo evitar que la tragedia se cruzara en su vida pero Leticia pensó en una frase “Las penas con pan son menos penas” y se sintió dichosa por ser princesa.
domingo, 29 de mayo de 2011
Tenemos suerte por tener trabajo, ese es el tópico que nos venden en estos tiempos que vivimos. No se trata de culpabilizar a quiénes lo tienen. Ni de rebajar sus sueldos, ni de ajustar plantillas. Ni de que siempre seamos los mismos los que paguemos las facturas de los despropósitos.
“Toda persona tiene derecho al trabajo”. Y por eso hemos de luchar. Todos, juntos, especialmente nuestros jóvenes, tan preparados y con tan pocas esperanzas de futuro en su país.
¡¡Los chorizos a la cárcel y el pan que se reparta!!LAS BARRICADAS SE HAN CONVERTIDO EN SENTADAS.
La varchavianka, warszawianka o varsoviana (1883) Por Waclaw Swiecicki.
Negras tormentas agitan los aires,
nubes oscuras nos impiden ver,
aunque nos espere el dolor y la muerte,
contra el enemigo nos llama el deber.
El bien más preciado es la libertad.
hay que defenderla con fe y valor.
Alza la bandera revolucionaria,
que del triunfo sin cesar nos lleva en pos.
Alza la bandera revolucionaria,
que del triunfo sin cesar nos lleva en pos.
¡En pie pueblo obrero, a la batalla!
¡Hay que derrocar a la reacción!
¡A las barricadas! ¡A las barricadas
por el triunfo de la Confederación!
¡A las barricadas! ¡A las barricadas
por el triunfo de la Confederación!
(http://es.wikipedia.org/wiki/A_las_barricadas)
Por eso he venido a estas concentraciones, porque estos chavales han conseguido actualizar el mensaje. A ellos les suenan nuestras proclamas a cantos gregorianos, muy bellos pero con un mensaje demasiado anticuado. "Poco pan para tan poco chorizo" escuchando a Vetusta Morla cuando canta "Valiente" (que es lo que escucha la chica rubia de pelo largo en un aparatejo que se parece a un alfiler de corbata) me emociona tanto como el himno de Swiecicki que, dicho sea de paso, ni tan siquiera sé si se escribe así. El caso es que he entendido mi papel dentro de esta manifestación pacífica: hacer masa, peña, bulto, como me repiten a mi alrededor los chavales sin cesar cuando les digo que me canso de estar aquí, "desarmar cualquier argumento a los medios de comunicación oficialista" (como dice el calvo que lleva toda la tarde haciéndonos fotos para colgar en su ¿bloc? -yo no veo que lleve ninguno, por no llevar no lleva ni boli) y demostrar que no se trata de "Kale borroka -violencia callejera" ni grupos Y (ETA en Euskera -esto me lo ha dicho el chaval del pelo rizado con coleta y perilla- y que es "un insulto para nuestra inteligencia que crean los medios de comunicación que hemos olvidado que fueron ellos los que acuñaron sutilmente así a los jóvenes afines a ETA a principios del milenio para que estos no les demandaran en los juzgados" -esto lo a apostillado su novia que es la que está a su derecha y que usa un champú que deja una fragancia muy agradable) porque soy viejo y de Carabanchel, y jubilado, es decir, lo más alejado a un seguidor de ETA que pueda haber. Y si alguno de estos cerdos policías (la mayoría son hijos de jubilados con los que juego al dominó todas las tardes) me toca un pelo, pienso denunciarlo al juzgado de lo Contencioso-Administrativo nº 10 de Madrid junto con su jefe Gallardón; a la OCU por interrumpirme el almuerzo (porque yo vengo a manifestarme en la plaza, no a pasar hambre -tengo papas, aceitunas y panchitos para todo el que me pida, y gratis) y, como no, a la sociedad protectora de animales por tratarme como a un perro, o mejor dicho, maltratarme, que me ha dicho la joven de la rebeca en pie que es delito. ¡¡¡Lo que saben estos chavales. Y que estén en paro... eso sí que es un crimen... y no lo de manifestarse!!!
(http://www.youtube.com/watch?v=6N_nB3UnuWo)
P.D.: Ah, se me olvidaba. Por si alguna institución pública quiere denunciarme: soy el abuelo con gafas y de pelo blanco sentado debajo del sobaco derecho (según se ve en la foto) del que levanta la pancarta, y me llamo Eustaldino Rubinos Sáez.
Negras tormentas agitan los aires,
nubes oscuras nos impiden ver,
aunque nos espere el dolor y la muerte,
contra el enemigo nos llama el deber.
El bien más preciado es la libertad.
hay que defenderla con fe y valor.
Alza la bandera revolucionaria,
que del triunfo sin cesar nos lleva en pos.
Alza la bandera revolucionaria,
que del triunfo sin cesar nos lleva en pos.
¡En pie pueblo obrero, a la batalla!
¡Hay que derrocar a la reacción!
¡A las barricadas! ¡A las barricadas
por el triunfo de la Confederación!
¡A las barricadas! ¡A las barricadas
por el triunfo de la Confederación!
(http://es.wikipedia.org/wiki/A_las_barricadas)

(http://www.youtube.com/watch?v=6N_nB3UnuWo)
P.D.: Ah, se me olvidaba. Por si alguna institución pública quiere denunciarme: soy el abuelo con gafas y de pelo blanco sentado debajo del sobaco derecho (según se ve en la foto) del que levanta la pancarta, y me llamo Eustaldino Rubinos Sáez.
martes, 24 de mayo de 2011
"Y" de Lara Hernández Abellán
A mi generación la llaman por una letra.
No encuentro similitud física alguna entre aquella chica que baila descalza y yo, pero los dos llevamos esa misma letra invisible tatuada a la espalda porque un sociólogo ha creído que nos la merecemos.
Hoy me alegro de ser quién soy pese a que me hayan tatuado, como a todos mis amigos, sin ningún permiso.
Nos tachan de irresponsables, de perrosflautas, de extremistas, de antisistemas… Y los que lo hacen o no han leído ninguna de nuestras propuestas o deben estar completamente ciegos o les interesa hacerlo para poder seguir comentando desde sus puestos seguros y bien pagados.
Y así, desde la comodidad de su ceguera, ellos votaron este domingo y aún celebran su victoria porque su elección fue la gran triunfadora de la jornada. Del millón de abstenciones prefieren no oír hablar y sus cadenas pagadas casi no han hecho mención de esta noticia. Por lo tanto aún nos queda mucho por hacer o por intentar hacerles comprender y aquí seguimos y en ello estamos.
Me llamo Marco, tengo veinticuatro años, soy Ingeniero Industrial y hablo tres idiomas. Nunca he tenido un perro, ni tampoco flauta. Soy un tipo más bien normalito, un poco tímido y sin un trabajo con el que poder mantenerme. Como la gran mayoría de mis amigos, aún vivo en casa de mis padres porque no me queda otra.
En este momento de mi vida tan sólo soy estas ideas y ellas son lo que me mueven para estar aquí hasta el final. Esto debe ser una rareza en común a todos los tatuados porque aquí cada vez hay más y más gente y todos somos diferentes pero iguales, como esa chica y yo o como aquel señor de más de cincuenta al que podríamos buscarle también su letra y que sin duda debería ser la misma que llevamos los demás. Ni él, ni esa chica que baila, ni ningún otro se va a mover de esta plaza hasta que se nos escuche de una vez o hasta que sintamos que empiezan a haber cambios en este país ciego y sordo.
No encuentro similitud física alguna entre aquella chica que baila descalza y yo, pero los dos llevamos esa misma letra invisible tatuada a la espalda porque un sociólogo ha creído que nos la merecemos.
Hoy me alegro de ser quién soy pese a que me hayan tatuado, como a todos mis amigos, sin ningún permiso.
Nos tachan de irresponsables, de perrosflautas, de extremistas, de antisistemas… Y los que lo hacen o no han leído ninguna de nuestras propuestas o deben estar completamente ciegos o les interesa hacerlo para poder seguir comentando desde sus puestos seguros y bien pagados.
Y así, desde la comodidad de su ceguera, ellos votaron este domingo y aún celebran su victoria porque su elección fue la gran triunfadora de la jornada. Del millón de abstenciones prefieren no oír hablar y sus cadenas pagadas casi no han hecho mención de esta noticia. Por lo tanto aún nos queda mucho por hacer o por intentar hacerles comprender y aquí seguimos y en ello estamos.
Me llamo Marco, tengo veinticuatro años, soy Ingeniero Industrial y hablo tres idiomas. Nunca he tenido un perro, ni tampoco flauta. Soy un tipo más bien normalito, un poco tímido y sin un trabajo con el que poder mantenerme. Como la gran mayoría de mis amigos, aún vivo en casa de mis padres porque no me queda otra.
En este momento de mi vida tan sólo soy estas ideas y ellas son lo que me mueven para estar aquí hasta el final. Esto debe ser una rareza en común a todos los tatuados porque aquí cada vez hay más y más gente y todos somos diferentes pero iguales, como esa chica y yo o como aquel señor de más de cincuenta al que podríamos buscarle también su letra y que sin duda debería ser la misma que llevamos los demás. Ni él, ni esa chica que baila, ni ningún otro se va a mover de esta plaza hasta que se nos escuche de una vez o hasta que sintamos que empiezan a haber cambios en este país ciego y sordo.
INTRODUCCIÓN A UN RELATO INEXISTENTE
Ha pasado más de una semana y ahí siguen. Les admiro. Me siento a escribir intentando sacar un relato de una estupenda fotografía. Jugamos a darle la vuelta al dicho de vale más una imagen que mil palabras. Aún me cuestiono eso. Mis dedos bailan sobre el teclado con la precisión de la mecánica aprendida (un año de operatoria: 210 pulsaciones por minuto). Suena una canción de Nacho Vegas en la que dice que “en teoría hasta el comunismo funciona: en teoría”. El humo del cigarrillo me recuerda que debo fumar menos. Los gritos de la manifestación me recuerdan las cosas que no hemos hecho, las cosas que no he hecho. Tengo treinta y tres años, soy el cuarto de cinco hermanos, he estudiado Historia en la universidad pero trabajo de contable en una pequeña empresa. Estoy casado desde hace siete años con Ana, aunque juntos estamos desde que teníamos diecisiete años. Hermosa época, aunque también dolorosa y llena de miedos. Les hablo de mí porque sólo yo puedo ser el narrador y el protagonista. Conservo un ejemplar de La madre de Máximo Gorki con un sello en la contraportada del PC. Pertenece a la biblioteca de mi padre y mi padre pertenecía al PC. Mi madre siempre me cuenta cómo en la época de la clandestinidad llamaban a la puerta de una determinada manera para comprobar que eran de los suyos. Vivo en una ciudad donde el cielo se ha vuelto tan azul que tengo que usar gafas de sol a todas horas para proteger mis ojos y mi corazón. No sé qué es mejor. Escribo. A veces creo que la literatura no sirve para nada. Entonces recuerdo el incidente de Miguel de Unamuno con Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca y sonrío. Aplasto el cigarro (o lo que queda de él) en el cenicero. Aplasto mi vida (o lo que queda de ella) en estas líneas. Dicen los posmodernistas que la Historia no existe más allá de una mera construcción literaria. Es posible, aunque también es posible que los posmodernistas no existan más que como una consecuencia de la Historia. Miro la foto y comprendo. No puedo escribir nada más sobre ella sin continuar hablando de mí. Por eso esto no es un relato, sino la introducción a un relato inexistente.
lunes, 23 de mayo de 2011
Yolanda Nava Miguélez, MI CAUSA: TÚ
No sé que fue lo que puso tanta distancia entre nosotros, pero un abismo infranqueable empezó a separarnos y cuando quise remediarlo, la profundidad del mismo era demasiado grande y oscura.
Tal vez fueron mis reproches cuando te alejabas del patrón que mis ilusiones habían creado para ti, los que nos distanciaron definitivamente.
Dejaste de necesitarme, ya no me consultabas tus cosas, empezaste a vestir de forma diferente, a cerrar la puerta de tu cuarto, a relacionarte con amigos que nunca había visto antes.
Un día te fuiste y el dolor se instaló de forma permanente en mi vida, solo encontraba consuelo rebuscando entre los lejanos recuerdos compartidos, escarbando en un pasado cada vez más esquivo y huidizo.
Hasta que te encontré; salías en TV alzando una pancarta entre tus manos, en nombre de no sé qué causa.
Recuperarte fue la mía; moví fronteras, moví palabras, derribé muros y te traje de nuevo a casa, sin preguntas, sin reproches, sin juicios; los años que viví instalada en el miedo y el dolor de tu ausencia, me enseñaron de nuevo a ser tu madre.
Dejaste de necesitarme, ya no me consultabas tus cosas, empezaste a vestir de forma diferente, a cerrar la puerta de tu cuarto, a relacionarte con amigos que nunca había visto antes.
Un día te fuiste y el dolor se instaló de forma permanente en mi vida, solo encontraba consuelo rebuscando entre los lejanos recuerdos compartidos, escarbando en un pasado cada vez más esquivo y huidizo.
Hasta que te encontré; salías en TV alzando una pancarta entre tus manos, en nombre de no sé qué causa.
Recuperarte fue la mía; moví fronteras, moví palabras, derribé muros y te traje de nuevo a casa, sin preguntas, sin reproches, sin juicios; los años que viví instalada en el miedo y el dolor de tu ausencia, me enseñaron de nuevo a ser tu madre.